domingo, 10 de enero de 2016

AL FINAL DEL CAMINO...

                                                                                                                      

AL FINAL DEL CAMINO...

                                                                     
...Y bien: Heme aquí, empezando esta nueva etapa que podría llamarse “Al final del camino”... No es que piense, ni sienta, ni vea que este es,  ni mucho menos,  el fin.  Gracias a Dios, mi salud, mi estado anímico y apariencia física, están bastante bien, y además,  no he perdido  el interés  de aprender cada día algo nuevo, por fortuna el cerebro no tiene límite de RAMS, aunque “por defecto”, nos haga descartar mucha de la  información con que lo saturamos.  Pero no quiero llamarme a engaño: ya sé que estoy parada en el umbral de la vejez, y, realista como siempre he sido, me gusta ir en el bus que es. Con todo, trato de mantener en actividad la mente y el cuerpo, pues no quiero sentirme “desgastado mueble viejo”, como dice el tango.

Al mirar  la alta cifra de años acumulados,  me doy perfecta cuenta de que eso de que la  vida es tremendamente corta,  es la pura y santa verdad.   Alguien decía que “tarda uno como diez años en acostumbrarse a la edad que tiene”.  Pero sucede que el entorno se encarga de recordárnoslos o, más bien, de “machacárnoslos” constantemente: 

¿Pasaste los 20 años?, ni intentes presentarte a Cartagena!  ¿Pasaste los 25 años y nos has terminado una carrera ni te has ubicado ya en alguna profesión?, ¡Vaya! Posiblemente  ya no la harás.  Tienes 30 años y aún no te has encontrado al príncipe azul, (recuérdese que no se encuentran en la páginas amarillas...) o, haciendo concesiones, de cualquier otro color?   Ya puedes ir abandonado la idea.  Y aún no has tenido hijos?  ¡Ojo! Que tienes muchas probabilidades de engendrar un bebé con síndrome de Down.  Tienes  35 y te has quedado sin empleo? ¡Pobre!.   Te aprendes los clasificados del periódico buscando afanosamente los Avisos de “Se Necesita...” y te encuentras con la ironía de que el primer requisito para acceder a un empleo sea “tener experiencia”, al tiempo que el segundo sea “no tener más de 35 años”.  Llegas a los 50 y ¡Olvídate! “Si al amanecer no sientes ningún dolor, es porque...estás muerto!” 

Sí; el entorno se encarga de “envejecerlo” a uno con tanta rapidez!  Empiezas a oír, sin querer, frasecitas como: “Esa cucha...”, tal y cual...  “Ya no se cocina con dos aguas...”, o:  “Debe haberse hecho alguna cirugía”, todo antes de que uno se sienta realmente viejo.  Es de Picasso esta frase: “Cuando me dicen que estoy demasiado viejo para cualquier cosa, de inmediato intento hacerla”.

Y es que a esta edades, lo único cierto es que está uno ubicado en un lugar, desde el cual, las oportunidades de muchísimas cosas ya pasaron definitivamente, lo cual no deja de ser, a la hora de la verdad, hasta bueno, como cuando al jugar parqués,  se llega  a “piedra”; ya no hay demasiados retos,  aparte del de sobrevivir, de tratar de envejecer con gracia, evitando a toda costa hacer el ridículo, porque no hay nada más patético que una vieja “dando lora”, queriendo  parecer lo que ya nunca más será, apegada a creer que con una onza más de tal o cual mejunje ocurra el gran milagro de mostrar una lozanía ya tan lejana!

En alguna oportunidad yo había dicho que es una paradoja del destino que, al perder el encanto, no se pierda también el deseo de encantar.

Igualmente había expresado que la naturaleza es muy sabia: al envejecer nos hace ir perdiendo la visión cercana, para que al menos, no nos percatemos mucho del desastre!

Y a esta altura del sendero, cuál es mi balance?  Cuál es mi visión del mundo y de la vida?

El inventario más importante con el que cuento hoy es,  sin duda, el aprecio, la valoración y la credibilidad que he podido despertar entre los míos.   Espero no pecar de “creída”, pero realmente pienso que estos conceptos me los he ganado.   En este aspecto me siento bastante satisfecha.

En el aspecto religioso, mi fe se ha fortalecido, me encanta ir a Misa, y soy fanática de la oración,  pero he logrado muchas desmitificaciones y he aprendido a no tragar tan entero.  Me reafirmo católica, apostólica y romana y a estas alturas no estoy pensando en cambiar de religión, ¡Ni más faltaba!  Una de las cosas que de verdad me molestan son esos encorbataditos muchachos domingueros, o esas señoras mal llamadas “de la tercera edad” y estrato ídem,  que trabajan al servicio del Pastor Fulanito,  que Biblia bajo el brazo, intentan anunciar la “verdad revelada”

En el aspecto físico,  ¡Me siento tan entera, tan llena de vida!  Gozo y padezco con tal vehemencia, que me parece imposible aceptar que empiezo la decadencia.  Es paradójico, pero nunca como ahora, siento que he aprendido a vivir.  Es ahora cuando me siento con derecho a vivir mi vida de acuerdo con mi propio criterio.  Es ahora cuando empiezo a atreverme a ser yo misma.

Quiero manejar mi barca y no andar con el freno de emergencia puesto, dejando a los demás conducir las suyas como a bien tengan.  Quiero mirar la vida con mis propios ojos, siguiendo mi propio mapa; sentirme totalmente coherente con las cosas que piense y las que realice, en la medida de mis posibilidades.

Por otra parte, sí veo que debo quitar el pie del acelerador y dejar un poco que el esfuerzo lo hagan los demás.  Estoy tratando de controlar mi deseo de controlar a todo el mundo, y definitivamente me rindo al deseo de cambiarlo. 

A lo que no puedo ni quiero renunciar es a mi sagrado (¿?) derecho de criticar lo divino y lo humano.  No sé si eso hace parte de un perfeccionismo que siempre me acompaña, o si simplemente, es algo que surge tan espontáneamente, que es imposible de evitar. Es que también me doy cuenta de que el carácter con sus defectos y virtudes no se modifica con la edad; por el contrario, los defectos sobre todo,  se refuerzan, al menos uno siente menos temor de expresarlos.  Alguien decía que “al envejecer no somos ni mejores ni peores, simplemente, somos”.

Eso sí, considero que hay una gran diferencia entre “criticar” y “hacer chismes”; lo primero me parece que sólo son conceptos, opiniones personales, que instintivamente nos suscitan los hechos o las personas.  Pero el chisme es “inventar” o “ver” maldad donde no la hay, como quien dice.  Y en esto me remito siempre al pensamiento de Víctor Hugo: “No llevar la llama, allí donde basta la luz”. Dostoyevsky  lo expresaba así: “Cien conejos no hacen un caballo; cien sospechas no hacen una prueba”.

Y para qué decir que he vencido al miedo.  El ser extremadamente “miedosa” hace parte de mi ADN, y me atrevo a decir que mis muchos miedos vienen del lado materno.  Aun siento pánico, por ejemplo, de cruzar una calle; hoy por hoy, el miedo a la pérdida de facultades físicas y/o mentales sigue instalado en mi psiquis... El miedo al final, por ley de vida propiamente dicha,  sobre todo al “cómo”, ni hablar.  ¡Menos mal que no le preguntan a uno de qué quiere morirse, porque conmigo estarían muy encartados!.   Que conste que tampoco me miro de cien años, con mil y una dificultades para sobrevivir, posiblemente sin ninguno de mis más queridos   a mi alrededor.  Eso no es precisamente algo para desear.

Cuando repaso una y otra vez mis actuaciones en este y aquel momento de mi vida, puedo decir que lo que siempre he tratado de lograr es congruencia entre lo que pienso, y lo que hago, y no veo prácticamente ninguna diferencia entre mis diez años y mis actuales... Siempre he tratado de ser directa,  honesta conmigo y con los demás.  Tengo un  intuitivo sentido de la justicia, y cuando niña me devanaba el seso tratando de adivinar, por ejemplo, quién de mis hermanitos había sido el que... “cualquier cosa”,  para no ir a “darle el pellizco” al equivocado.

Mirando ahora en perspectiva los acontecimientos de mi vida, muchos de ellos duros, difíciles, e  incluso considerados “terribles” en su momento, si le quitamos lo dramático, no se ven de la misma forma, pero me gusta rememorarlos, porque, para bien o para mal, todos ellos me marcaron de alguna manera.

Además,  creo que con la costumbre que he tenido siempre de escribir mis reflexiones, me he convertido en mi propio psicólogo, y esto ha sido de gran utilidad para mí.

Por otra parte, me alegra constatar, releyendo escritos anteriores, incluso de los realizados cuando estaba “en agüita”, como se dice, que mi línea de pensamiento ha sido bastante consistente. 

He aquí algunos de aquellos conceptos míos, muchos de los cuales, los escribía ya a la “tierna” edad de 20 ó 22 años:


  • La verdad es una, al igual que el derecho o el revés de una tela; aunque haya “telas” cuyo derecho y revés son absolutamente iguales en apariencia.
  • A mí me falta tiempo para estar conmigo.  Aunque permanezco mucho tiempo sola, nunca me siento sola!
  • Hay veces en que “los demás” están de más.  Menos mal, que todos no son “los demás”.
  • Estar “buena”, generalmente implica que no “eres” buena!
  • Sí se le pueden pedir peras al olmo: eso sí, no intente obtenerlas!
  • Según Shakespeare “el sueño es el bálsamo para las mentes heridas; el segundo gran recurso de la naturaleza”. Yo me pregunto: El primero serán las lágrimas?
  • Ahorrar: privarnos en el presente, para el futuro...de otros!
  • La música es como la aspirina: sirve absolutamente para todo!
  • No tienes que ser perfecto.  Basta con que seas perfecto para mí!
  • Por qué lado se le puede “meter el diente” a un pan duro?
  • Yo no sé si el hombre desciende del mono, pero estoy segura de que, en todo caso, los muchachitos, sí!
  • Me he sentido triste y decepcionada muchas veces.  Aburrida, nunca!
  • ¡Oh, el placer de viajar!  Son más los gastos que los gustos...
  • Se dice que “de buenas intenciones está empedrado  el infierno”.  Yo opino que, por el contrario, es mejor un resultado erróneo, después de una buena intención, que un resultado “acertado”, con una mala intención.
  • La mujer es por lo general celosa si ama.  El hombre es celoso, aunque no ame.
  • Hay que tener cuidado para que cuando invoquemos la justicia, no nos conteste, solapada, la venganza.
  • Ser feliz es tener salud.  Disfrutar es tener la conciencia en paz.
  • Es bueno poder caminar con la frente bien alta, de manera que cuando demos la espalda, no tengan que criticar nuestra joroba...
  • Las lágrimas son sangre transparente que brota cuando el alma duele.
  • La erudición no es sinónimo de sabiduría.
  • Somos cada uno una verdad con un margen de errores muy grande.
  • Cabeza que no piensa, vivo que se le atraviesa!
  • Los tontos no dudan.
  • Lo que uno no hace por amor, le toca hacerlo por obligación.
  • La vida es como el corte de pelo: una cosa es al salir del salón, y otra el manejarlo día a día.  Hay que aprender a peinarlo cada día en el punto en que está.  Lo malo es que cuando uno se ha acostumbrado un poco a ese “tal” punto, es tiempo de volverlo a cortar...
  • Uno debe acostumbrarse a comer como si estuviera enfermo, mientras esté saludable, precisamente para no enfermarse.  La dieta ideal es una: hipo glúcida, hipo sódica, hipo lipídica y...poquita! (como agregara alguno de mis primos).
  • Ayúdame, Dios mío para que no me importe, lo que no me importa!
  • La mala suerte, como la leche que está en el fogón, espera nuestro momento de descuido!

  • Las “eses” de una personalidad ideal:  Sano – saludable – sapiente –serio     sensato – sereno – sensual – sensible – sexy – sencillo – sincero – sociable.
  • Ocupa tu lugar con dignidad.  No te consideres ni mejor ni peor que nadie.
  • Si uno dice: “No te molestes, yo lo hago, con seguridad nos lo permiten.
  • Sólo es posible perdonar por completo, cuando se olvida por completo.  No creo en aquello de : perdono, pero no olvido.
  • La vejez se ríe de nosotros en nuestra propia cara.
  • La lucha contra la vejez es como aquella que libramos contra las cucarachas: uno barriéndolas, y ellas, subiéndose por el palo de la escoba!
  • La única crema verdaderamente mágica para devolver la juventud, es una que ya está, desafortunadamente, descontinuada:  se llama “Veinte-años-menos!”
  • El ser humano parece estar más condicionado al dolor que a la felicidad; parecemos tener la conciencia de tener que pagar por algo, pues el dolor, aunque nos arranque lágrimas, no nos asombra tanto como la felicidad...
  • Dejar todos los asuntos en Manos de Dios es más que una terapia de relajación.  Confiar en que Él siempre nos da la respuesta, la mejor, es aprender a vivir sin temor y sin angustia.
  • Cuando dudemos del amor de Dios y de su misericordia, preguntemos a un niño a quien hemos castigado injustamente, si está “bravo” con nosotros...Ellos no saben guardar rencor.  Por eso creo que su amor es el que más se asemeja al de Dios.
  • La pesadilla que es para algunos vivir, termina cuando la muerte los despierta a la verdadera vida. 

  •  En la fábula, la princesa besa al sapo y éste se convierte en príncipe.  En la vida real, la princesa besa al príncipe y éste se convierte en sapo...

  • La idea tradicional es que al casarse, la mujer deje de ser “Ella”, para convertirse en un apéndice del marido.  Esto para una mujer que razona, es verdaderamente asfixiante.
La vida es un camino desconocido, que debe atravesarse con sumo cuidado, no sea que pongamos el pie en un hueco, o contra alguna piedra y caigamos.  No hay que mirar lo que hemos recorrido, o lo que nos falta, tanto como el sitio preciso que pisamos, pero el paisaje que se presenta a nuestra vista: experiencia de lo pasado y esperanza del futuro, debe alentarnos a seguir.

¿Dónde está la verdad? A través de mi ventana, y con mis ojos miopes, veo una esplendorosa mariposa blanca que agita frenéticamente sus alas, como si aplaudiera a la naturaleza.  Me acerco para verla mejor, y lo que realmente contemplan mis ojos es algo no menos hermoso:  una bellísima flor blanca, batida vigorosamente por el viento.  Y no sé cuál de las dos visiones me causa más arrobamiento; pienso: ¿en dónde está la verdad? Pues, en su momento, ambas visiones se han presentado  con igual validez, al menos para mi!

Ingenuidad:  Tómese un hombre cualquiera; vístalo de la fantasía que quiera; llénelo de los atributos que usted desea encontrar y podrá obtener al “hombre ideal”.  No importa si se trata de un cretino, un machista, o un descastado.  Usted no le creerá a nadie que pretenda abrirle los ojos.  Después de todo, usted taaan inteligente, no podría equivocarse!  Los problemas que pudieran surgir siempre se podrán solucionar.  Su amor y buena voluntad lograrán hacer de una rana, un verdadero príncipe azul...

¡Cómo somos!: Es una paradoja del comportamiento humano que, mientras tenemos a nuestros seres queridos alrededor, vale decir: padres, hermanos, esposos, amigos, nos centremos siempre en señalarles, de palabra o de pensamiento, sus errores, y cuando nos faltan,  sólo nos ocupemos de lo “buenos” que eran.

Abuso: Siento “ira e intenso dolor” cuando me siento objeto de abuso, cualquiera que éste sea.  Puedo parecer muy “contemplada”, pero no resisto que me toquen “ni con el pétalo de una flor”.  Me identifico igualmente, y reacciono con rabia, cuando me entero del abuso al que alguien es sometido por cualquier otro.  Y me lleno de ira con el agresor, pero también con el que aparentemente “tolera” ese abuso, pues considero que la supuesta víctima de una agresión, es tan culpable como el agresor mismo.

Autoridad: De muy niña, siempre cuestioné eso de la “autoridad”; aquello de que cualquiera, así fuera mi papá o mi mamá, me “ordenara” lo que tenía que hacer.  Nunca pude sentirme a gusto sabiéndome “posesión” de nadie.  Siempre he pretendido hacer lo que considero correcto, pero si no lo fuera, en todo caso, me ha gustado seguir mis convicciones propias, sin exigencia de nadie.  He querido ejercer mi derecho a guiar mi propia vida y que sólo fuera mi voluntad la que me llevara aquí o allí.  Una cosa es que te orienten, que te aconsejen, que te enseñen, y otra es que te “ordenen” porque “yo” (quien quiera que sea) lo digo.

   Esta es una Oración que hacía en mis años de juventud:

  
                                    MI ORACIÓN

Te ruego, Señor, me ayudes a actuar siempre en la forma más justa,
equilibrada y prudente posible. Ilumíname para que pueda comportarme en todo momento como una mujer cristiana, perfectamente formada,
sin mojigaterías, pero llena de humanidad y de feminidad.
Que sepa controlarme y controlar a quien me acompaña,
sin falsas apariencias de santidad, pero con un criterio perfectamente
definido, en cuanto a las  limitaciones que debo tener.
Dame el don de saber expresar mi idea de la moral, de manera
Suficientemente clara y convincente, para que no me malinterpreten.


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