martes, 19 de enero de 2016

Si logramos ser más sabios al envejecer...


Si logramos ser más sabios al envejecer, nos daremos cuenta de que:

Un reloj de $300 dólares marca la misma hora que un reloj de $30.  Una cartera de $300 carga el mismo dinero que una de $30.
 La soledad en una casa de 30 metros cuadrados o en una de 300,  es la misma.
Tu felicidad interna no viene de las cosas materiales en el mundo. 

No importa si viajas en primera clase o en la económica, igual bajas si el avión se cae.
La persona que te ama  nunca te dejará. Aún si hay 100 motivos para rendirse, encontrará una razón para quedarse. Cuando tienes amigos y hermanos con quienes hablar, reír, y cantar, eso es verdadera felicidad. Mantenlos durante todas  las etapas de tu vida. Debes comer tu comida como si fuera tu medicina, o tendrás que tomar tu medicina como si fuera comida. Eres amado cuando naces y serás amado cuando mueras.  Depende de ti el tiempo  intermedio. Los seis mejores doctores  en el mundo son:
Luz solar, descanso, 
ejercicio, dieta y confianza en uno  mismo.  No eduques a tus hijos para ser ricos, edúcalos para ser  felices, para que vean el valor de las cosas y  no su precio.

                     ¡Qué difìcil es el ser humano: nacer no pide, vivir no sabe y morir no  quiere!

                     El MEJOR REGALO que le puedes dar a alguien es tu tiempo… 


lunes, 18 de enero de 2016

LA PACIENCIA DE DIOS

LA PACIENCIA DE DIOS

"Hace pocos escribí: Demos gracias a Dios por Su infinita Paciencia y Misericordia. Luego de hacerlo me invadió una conmoción interior: ¿tenía derecho a colocar la Paciencia de Dios al mismo nivel que Su Misericordia? ¿Y qué hay del Amor? ¿Acaso no está el Amor de Dios por encima de Su Paciencia? ¿O no será quizás que la Paciencia Divina es nada más que una parte del Amor y Misericordia de Dios? ¿Es la Paciencia algo distinto, importante, en el Corazón de Jesús? Me consoló el pensamiento de que Dios tiene que ser muy paciente para perdonar y aceptar todo el olvido y traiciones a los que el hombre somete a Su Sagrado Corazón. También me tranquilizó el pensamiento de que, sin dudas, Jesús hace un extensivo uso de Su Paciencia particularmente en estos tiempos, y por ello debemos agradecerle. Allí quedó mi frase, publicada como había sido escrita.

Al día siguiente, una persona me comentó que en un Cenáculo de oración se dijo: "La paciencia es la virtud de los santos”. Una conmoción se produjo en mi interior, al advertir que nuevamente la Paciencia Divina convocaba mi atención. Feliz de haber encontrado un punto de unión en el que Jesús claramente me abrazaba, me uní al ruego de tener al menos un poco de la paciencia de los santos, reflejo de la Paciencia de Dios.

Sin embargo, hoy me invadió una nueva conmoción interior: con alegría retomé la lectura de un hermoso libro sobre la vida del Hermano de Asís, Francisco. Mi señalador me llevó al punto en que me encontraba, momento en que el Pobre Hermano recibía los estigmas del Crucificado en el Monte Alvernia. Retomando la lectura, a las pocas páginas me encuentro con un título que dice: La Paciencia de Dios. Mi corazón dio un salto, ansioso por devorar el texto y comprender que es lo que allí se decía sobre este tema que en pocos días invadía mi entendimiento.

Debilitado por la sangre derramada, por las llagas de pies, manos y costado, Francisco se desbarrancaba hacia los brazos del Amor, su cuerpo muriendo, su alma floreciendo. Vivía envuelto en el dolor y el amor, a tal punto que ambas cosas eran un único nudo en su alma, el dolor y el amor del Crucificado lo habían tomado por completo.

Acurrucado en una gruta del camino de regreso hacia la Porciúncula, Francisco dijo entonces a su compañero fray León:

Respóndeme, hermano, ¿cual es el atributo más hermoso de Dios? El amor, respondió fray León. No lo es, dijo Francisco. La Sabiduría, respondió León. No lo es. Escribe, hermano León:

La perla más rara y preciosa de la Corona de Dios es la Paciencia. Oh, cuando pienso en la Paciencia de mi Dios, me vienen unas ganas locas de estallar en lágrimas y que todo el mundo me vea llorando a mares porque no hay manera más elocuente de celebrar ese inapreciable atributo. ¡Oh la Paciencia de Dios! Hermano León, ésta mil veces bendita palabra escríbela siempre con letras bien grandes. Cuando pienso en la Paciencia de Dios me siento enloquecer de felicidad. Siento ganas de morir de pura felicidad. Francisco repitió entonces muchas veces, como extasiado, Paciencia de Dios, Paciencia de Dios, hasta que el hermano León se contagió y comenzó a repetirla con Francisco.

¿Qué más puedo decir yo de la Paciencia de Dios, que no hubiera dicho el hermano Francisco de Asís? Solo deseo invitarlos a meditar sobre lo inmenso que es el Amor de Dios, reflejado cada día en todo lo que tenemos, en los santos que se derramaron y se siguen derramando sobre el mundo, en los milagros cotidianos, en el misterio de Dios actuando en esta tierra a diario. ¿Y cómo respondemos nosotros?

Aquí yace el signo de la Paciencia Divina, que sigue insistiendo pese a la falta de respuesta. Es como un teléfono que llama y llama, sin que nosotros nos dignemos a responder. El Señor sigue marcando, día a día, el número de nuestro corazón, el de cada uno de nosotros. ¿Lo haremos seguir esperando?"


lunes, 11 de enero de 2016

CUIDA EL PRESENTE...

Cuida el presente, porque en él vivirás el resto de tu vida.

Cuando al principio empecé a leer este mensaje, lo estaba haciendo como de costumbre, bastante rápido, hasta que llegué a la tercera parte. Paré y empecé de nuevo, leyendo más despacio y pensando acerca del significado de cada palabra.

Ya me llegó mi Invierno, sabes?. 
El tiempo tiene su manera especial para tomarte desprevenido al paso de los años.
Me parece que ayer no más era joven...
Pero no, en cierta forma parece que fue hace mucho tiempo...
A dónde se fueron los años?.
Sé que los viví.
Tengo visiones de cómo fueron y de todas mis esperanzas y sueños.

Pero allí está.
Ya me llegó el invierno de mi vida y me ha tomado de sorpresa.

Cómo llegué aquí tan rápido?.
Dónde fueron los años de mi juventud?.
Recuerdo que pensaba que ese invierno estaba tan lejos que no podía imaginar cómo sería.

Pero me llegó. Mis amigos están ya retirados y están volviéndose "grises"... Como yo, se mueven más lento. Algunos están en mejor forma, otros peor que yo, pero veo el cambio... Eran jóvenes y vibrantes como yo... Pero la edad se empieza a sentir y a notarse.
Ahora somos aquellas personas mayores,  que nunca pensamos seríamos algún día...
Tomar una siesta ya no solo es algo agradable como era... ahora es algo obligatorio, porque si no lo hago por propia voluntad, simplemente me quedo dormido donde esté sentado.

Así he entrado en esta nueva etapa de la vida... Sin preparación alguna para sufrir dolores y achaques...La pérdida de fuerza o habilidad para ir y hacer las cosas que quisiera... Pero,  lo que sí sé es que este invierno se irá más rápido.

Entonces empezará otra aventura!!!.

Tengo arrepentimientos por haber hecho cosas que hubiese querido no haber hecho, y por no hacer cosas que sí debí hacer... Pero hay muchas más de las que estoy contento.

... Si todavía no te ha llegado tu invierno... Déjame recordarte que vendrá mucho más rápido de lo que piensas... Por lo que cualquier cosa que quieras lograr en tu vida hazla rápido... ahora... no lo pospongas por mucho tiempo. La vida se pasa pronto. Haz todo lo que puedas hoy, porque nunca estarás seguro si ya estás en tu invierno o no. Quién sabe si lograrás vivir todas las estaciones, así que vive el hoy,  y di ahora las cosas que quieres que tus seres queridos recuerden!.

"La vida es un regalo que se nos ha dado".

Haz de este viaje algo único, agradable, fantástico para ti y para tus seres queridos, para tus allegados y en general para los que te rodean.
VIVE BIEN. Goza los días. Haz cosas agradables.
Sé feliz.


Recuerda, "La riqueza es la salud... no las piezas de oro y plata, no las cosas materiales, y ese afán de defender lo mío, mío, solo mío".


Finalmente, te sugiero que goces de tu vida mientras dure... Y recuerda que:
Salir a la calle es bueno, pero regresar es mejor.
Si olvidas nombres, no importa. A lo mejor esas personas olvidaron que te conocieron.


Duerme mejor en un sillón con la TV prendida que en la cama. A esto se le llama "pre-dormir"... Antes todo trabajaba con solamente un interruptor de "prendido" y "apagado".  Las que antes eran pecas, ahora dicen que son manchas por mal funcionamiento del hígado.

Posiblemente tienes tres tallas de ropa en tu escaparate, dos de ellas  nunca las volverás a usar. Te sentirías tan bien regalándoselas a alguien que las está necesitando y a quien le pueden lucir. Posees tantas cosas que nunca usas y, hay tantos necesitándolas con urgencia... Tenlos muy en cuenta.  Mucho, muchísimo de lo viejo fue bueno: Las viejas canciones, películas clásicas, y lo mejor de todo...


Tus GRANDES AMIGOS del ALMA!!!.
Me despido deseándoles que estén bien, queridos y siempre recordados amigos del alma!!!.

Hay algo que siempre debes recordar: No es lo que has reunido o acumulado, sino lo que has repartido y lo que has dado de ti, lo que has entregado con generosidad y amor, lo que dirá la clase de vida que has tenido.


Por favor, envía este mensaje a algún viejo amigo del alma... De seguro que sonreirá. Yo lo hice, pero no pude reprimir unas cuantas lágrimas.  Recordé tan gratos momentos de mi pasado en que ustedes estuvieron presentes. Y de cada uno de ustedes aprendí algo muy valioso.
GRACIAS!!!

Confieso que no soy el autor de este bello escrito. Solo me gustó...





domingo, 10 de enero de 2016

DE AMORES Y DESAMORES


   
De amores y desamores...
Por Luz Dora Castrillón

 

Podría hacer muy larga mi historia amorosa, aunque en ningún momento y de ninguna manera escandalosa, pero repasando mentalmente a todos quienes de alguna manera hicieron parte de ella, y decantando y atribuyendo su justo valor a todas mis vivencias en el campo del corazón, veo que no vale la pena hacer cuenta de uno por uno, aunque, obviamente tengo muy presente  los distintos eventos que viví. Puedo sí, en todo caso, llegar a la conclusión de que, a pesar de que en su momento, creí estar enamorada más de una vez, siempre lo estuve más del amor, propiamente dicho, que de alguien en particular. Esto me hizo idealizar mucho más de la cuenta la supuesta “magia” que envuelve el romance.  Tal idealización me hizo además sufrir más de una decepción, me hizo darme de cabeza contra una invisible gama de complejidades. Por los muchos pretendientes que aspiraron a mi “blanca mano”, puedo deducir que no fui propiamente una chica mal dotada físicamente. Al mismo tiempo,  mis  tantos “pretendidos”, a quienes no logré interesar lo suficiente, fueron mi “cable a tierra”, y me hicieron comprender que debía bajarme de la nube, lo cual, aunque no minaba del todo mi autoestima, sí me hicieron bastante escéptica y recelosa.  Ahora puedo darme cuenta de que “pretendidos” y “pretendientes” sólo tenían una cosa en común, y era que “yo no era la adecuada” para ninguno de ellos, por una u otra razones. Yo tenía una cota demasiado alta de “requerimientos”, la cual no era fácil que un candidato X pudiera llenar.  Pedía sobre todo la altura moral que yo misma me sentía en capacidad de dar,  y eso no pude ver que se diera propiamente silvestre. Con todo, parece que Dios tenía otros planes para mí, y cuando, muy sobre mis treinta años, ya me había casi hecho a la idea de que terminaría mi vida sola, apareció alguien que, para variar, y como era un poco mi costumbre, intenté rechazar sin siquiera conocerlo, pues cuando una de mis hermanas, intentó presentármelo, yo, bastante contrariada le espeté:  Un costeño “guapachoso” y mal educado, ¿para qué lo quiero? Pero, sucedió que todo fue conocerlo y decidir que tendría que recoger enteramente mis palabras, y empezar a vivir una historia de amor, que de verdad podría empezar como la canción:  “Mi vida comenzó, cuando llegaste tú... Porque antes en sus páginas hay tantos desengaños, mentiras y fracasos, en cosas del amor...” No fue fácil en todo caso, esta relación, pues se trataba en primer lugar de alguien que vivía lejos y quien además, venía de dos relaciones bastante frustrantes para él, ésta última en proceso de divorcio,  pero, creo que ambos adivinamos que éramos exactamente la persona indicada para el otro.  Como dije, él vivía en Estados Unidos, pero a partir de nuestro encuentro, y tres días después de que terminó su visita a Medellín, empezó a escribirme a diario, cartas llenas de sentimiento, las cuales contestaba yo inmediatamente, y que  a  causa de las demoras del correo, llegaban de a tres, de a cinco, en fin.  Igualmente, él viajó de nuevo a Medellín, en varias oportunidades más, y concretamos matrimonio,  unos ocho meses después de habernos conocido.   El 17 de noviembre de 1979,  viajé yo a Miami para conocer a su familia,  y por una extraña razón, fui devuelta desde el propio aeropuerto,  pues las autoridades de Inmigración, supusieron una truculenta manera de que yo me quedara en los Estados Unidos, dado que sólo portaba Visa de Turismo, y que para casarme debía haber pedido otro tipo de Visa.  Este episodio fue en verdad de los más horrorosos que yo haya podido vivir, una verdadera pesadilla, pues me vi de buenas a primeras en la cárcel en Bogotá, de un día para otro, mientras el DAS comprobaba, que no se trataba para nada de ningún caso punible, y que yo era sólo realmente una mujer enamorada, sin ninguna clase de pasado delictivo.  Todo se debió a falta de información y, por qué no decirlo, de ingenuidad de mi parte, que cargué con todas las cartas que mi novio me había escrito, y que evidentemente mostraban nuestra intención de casarnos. La extraña razón a la que me refiero, incomprensible para mí en aquel momento, se hizo razón evidente, que el cielo buscó para que yo pudiera estar presente en la muerte de mi papá, que ocurrió exactamente ocho días después, el 24 de noviembre. Pasado este mal trago, logramos conseguir la Visa adecuada, y en marzo de 1980 viajé, ya sin problemas, y pudimos contraer matrimonio el 24 de marzo.   Este fue un pequeño cuento que escribí, en junio de 1979,  con motivo de habernos conocido, y basado en una historia que él me contó de sus años de estudio en el Seminario de Santiago de Cuba, y era que con una “soguita” de oro, él se hacía a la idea de que pronto saldría de allí, pues no era propiamente su vocación hacerse sacerdote y únicamente estaba en el Seminario, por ser su única oportunidad de estudiar.  Lo hice utilizando además las cosas que yo le había contado sobre mi ciudad, y con las cosas que a él se le ocurría decirme sobre ella. Y usando, además, el apelativo y los muchos y originales  piropos que él le dedicaba a “su Chiquitita”:



Un Cuento...

Érase una Chiquitita que vivía en una bella ciudad, situada a 1.500 metros sobre el nivel del mar, y a dos pulgadas bajo el cielo.

La Chiquitita se encontraba muy sola y muy triste y una hermosa noche llegó a la ciudad, desde un país lejano, un Príncipe encantado, que al igual que la chiquitita se sentía completamente solo.

El Príncipe traía una soguita de oro, que tenía la virtud de transformar en realidad cualquier ilusión del Príncipe:  bastaba con extenderla a donde quisiera y enlazaba para sí su sueño.

Cuando el Príncipe vio por primera vez a la Chiquitita, le pareció muy linda y hasta creyó que era “hecha a mano”.  Inmediatamente pensó en tenderle su soguita de oro.

Ella alargó su mano y la tocó, y como en un hechizo, la Chiquitita y el Príncipe se sintieron enlazados para siempre, en la más dulce historia de amor.


Desde entonces, fueron felices y comieron perdices...

AL FINAL DEL CAMINO...

                                                                                                                      

AL FINAL DEL CAMINO...

                                                                     
...Y bien: Heme aquí, empezando esta nueva etapa que podría llamarse “Al final del camino”... No es que piense, ni sienta, ni vea que este es,  ni mucho menos,  el fin.  Gracias a Dios, mi salud, mi estado anímico y apariencia física, están bastante bien, y además,  no he perdido  el interés  de aprender cada día algo nuevo, por fortuna el cerebro no tiene límite de RAMS, aunque “por defecto”, nos haga descartar mucha de la  información con que lo saturamos.  Pero no quiero llamarme a engaño: ya sé que estoy parada en el umbral de la vejez, y, realista como siempre he sido, me gusta ir en el bus que es. Con todo, trato de mantener en actividad la mente y el cuerpo, pues no quiero sentirme “desgastado mueble viejo”, como dice el tango.

Al mirar  la alta cifra de años acumulados,  me doy perfecta cuenta de que eso de que la  vida es tremendamente corta,  es la pura y santa verdad.   Alguien decía que “tarda uno como diez años en acostumbrarse a la edad que tiene”.  Pero sucede que el entorno se encarga de recordárnoslos o, más bien, de “machacárnoslos” constantemente: 

¿Pasaste los 20 años?, ni intentes presentarte a Cartagena!  ¿Pasaste los 25 años y nos has terminado una carrera ni te has ubicado ya en alguna profesión?, ¡Vaya! Posiblemente  ya no la harás.  Tienes 30 años y aún no te has encontrado al príncipe azul, (recuérdese que no se encuentran en la páginas amarillas...) o, haciendo concesiones, de cualquier otro color?   Ya puedes ir abandonado la idea.  Y aún no has tenido hijos?  ¡Ojo! Que tienes muchas probabilidades de engendrar un bebé con síndrome de Down.  Tienes  35 y te has quedado sin empleo? ¡Pobre!.   Te aprendes los clasificados del periódico buscando afanosamente los Avisos de “Se Necesita...” y te encuentras con la ironía de que el primer requisito para acceder a un empleo sea “tener experiencia”, al tiempo que el segundo sea “no tener más de 35 años”.  Llegas a los 50 y ¡Olvídate! “Si al amanecer no sientes ningún dolor, es porque...estás muerto!” 

Sí; el entorno se encarga de “envejecerlo” a uno con tanta rapidez!  Empiezas a oír, sin querer, frasecitas como: “Esa cucha...”, tal y cual...  “Ya no se cocina con dos aguas...”, o:  “Debe haberse hecho alguna cirugía”, todo antes de que uno se sienta realmente viejo.  Es de Picasso esta frase: “Cuando me dicen que estoy demasiado viejo para cualquier cosa, de inmediato intento hacerla”.

Y es que a esta edades, lo único cierto es que está uno ubicado en un lugar, desde el cual, las oportunidades de muchísimas cosas ya pasaron definitivamente, lo cual no deja de ser, a la hora de la verdad, hasta bueno, como cuando al jugar parqués,  se llega  a “piedra”; ya no hay demasiados retos,  aparte del de sobrevivir, de tratar de envejecer con gracia, evitando a toda costa hacer el ridículo, porque no hay nada más patético que una vieja “dando lora”, queriendo  parecer lo que ya nunca más será, apegada a creer que con una onza más de tal o cual mejunje ocurra el gran milagro de mostrar una lozanía ya tan lejana!

En alguna oportunidad yo había dicho que es una paradoja del destino que, al perder el encanto, no se pierda también el deseo de encantar.

Igualmente había expresado que la naturaleza es muy sabia: al envejecer nos hace ir perdiendo la visión cercana, para que al menos, no nos percatemos mucho del desastre!

Y a esta altura del sendero, cuál es mi balance?  Cuál es mi visión del mundo y de la vida?

El inventario más importante con el que cuento hoy es,  sin duda, el aprecio, la valoración y la credibilidad que he podido despertar entre los míos.   Espero no pecar de “creída”, pero realmente pienso que estos conceptos me los he ganado.   En este aspecto me siento bastante satisfecha.

En el aspecto religioso, mi fe se ha fortalecido, me encanta ir a Misa, y soy fanática de la oración,  pero he logrado muchas desmitificaciones y he aprendido a no tragar tan entero.  Me reafirmo católica, apostólica y romana y a estas alturas no estoy pensando en cambiar de religión, ¡Ni más faltaba!  Una de las cosas que de verdad me molestan son esos encorbataditos muchachos domingueros, o esas señoras mal llamadas “de la tercera edad” y estrato ídem,  que trabajan al servicio del Pastor Fulanito,  que Biblia bajo el brazo, intentan anunciar la “verdad revelada”

En el aspecto físico,  ¡Me siento tan entera, tan llena de vida!  Gozo y padezco con tal vehemencia, que me parece imposible aceptar que empiezo la decadencia.  Es paradójico, pero nunca como ahora, siento que he aprendido a vivir.  Es ahora cuando me siento con derecho a vivir mi vida de acuerdo con mi propio criterio.  Es ahora cuando empiezo a atreverme a ser yo misma.

Quiero manejar mi barca y no andar con el freno de emergencia puesto, dejando a los demás conducir las suyas como a bien tengan.  Quiero mirar la vida con mis propios ojos, siguiendo mi propio mapa; sentirme totalmente coherente con las cosas que piense y las que realice, en la medida de mis posibilidades.

Por otra parte, sí veo que debo quitar el pie del acelerador y dejar un poco que el esfuerzo lo hagan los demás.  Estoy tratando de controlar mi deseo de controlar a todo el mundo, y definitivamente me rindo al deseo de cambiarlo. 

A lo que no puedo ni quiero renunciar es a mi sagrado (¿?) derecho de criticar lo divino y lo humano.  No sé si eso hace parte de un perfeccionismo que siempre me acompaña, o si simplemente, es algo que surge tan espontáneamente, que es imposible de evitar. Es que también me doy cuenta de que el carácter con sus defectos y virtudes no se modifica con la edad; por el contrario, los defectos sobre todo,  se refuerzan, al menos uno siente menos temor de expresarlos.  Alguien decía que “al envejecer no somos ni mejores ni peores, simplemente, somos”.

Eso sí, considero que hay una gran diferencia entre “criticar” y “hacer chismes”; lo primero me parece que sólo son conceptos, opiniones personales, que instintivamente nos suscitan los hechos o las personas.  Pero el chisme es “inventar” o “ver” maldad donde no la hay, como quien dice.  Y en esto me remito siempre al pensamiento de Víctor Hugo: “No llevar la llama, allí donde basta la luz”. Dostoyevsky  lo expresaba así: “Cien conejos no hacen un caballo; cien sospechas no hacen una prueba”.

Y para qué decir que he vencido al miedo.  El ser extremadamente “miedosa” hace parte de mi ADN, y me atrevo a decir que mis muchos miedos vienen del lado materno.  Aun siento pánico, por ejemplo, de cruzar una calle; hoy por hoy, el miedo a la pérdida de facultades físicas y/o mentales sigue instalado en mi psiquis... El miedo al final, por ley de vida propiamente dicha,  sobre todo al “cómo”, ni hablar.  ¡Menos mal que no le preguntan a uno de qué quiere morirse, porque conmigo estarían muy encartados!.   Que conste que tampoco me miro de cien años, con mil y una dificultades para sobrevivir, posiblemente sin ninguno de mis más queridos   a mi alrededor.  Eso no es precisamente algo para desear.

Cuando repaso una y otra vez mis actuaciones en este y aquel momento de mi vida, puedo decir que lo que siempre he tratado de lograr es congruencia entre lo que pienso, y lo que hago, y no veo prácticamente ninguna diferencia entre mis diez años y mis actuales... Siempre he tratado de ser directa,  honesta conmigo y con los demás.  Tengo un  intuitivo sentido de la justicia, y cuando niña me devanaba el seso tratando de adivinar, por ejemplo, quién de mis hermanitos había sido el que... “cualquier cosa”,  para no ir a “darle el pellizco” al equivocado.

Mirando ahora en perspectiva los acontecimientos de mi vida, muchos de ellos duros, difíciles, e  incluso considerados “terribles” en su momento, si le quitamos lo dramático, no se ven de la misma forma, pero me gusta rememorarlos, porque, para bien o para mal, todos ellos me marcaron de alguna manera.

Además,  creo que con la costumbre que he tenido siempre de escribir mis reflexiones, me he convertido en mi propio psicólogo, y esto ha sido de gran utilidad para mí.

Por otra parte, me alegra constatar, releyendo escritos anteriores, incluso de los realizados cuando estaba “en agüita”, como se dice, que mi línea de pensamiento ha sido bastante consistente. 

He aquí algunos de aquellos conceptos míos, muchos de los cuales, los escribía ya a la “tierna” edad de 20 ó 22 años:


  • La verdad es una, al igual que el derecho o el revés de una tela; aunque haya “telas” cuyo derecho y revés son absolutamente iguales en apariencia.
  • A mí me falta tiempo para estar conmigo.  Aunque permanezco mucho tiempo sola, nunca me siento sola!
  • Hay veces en que “los demás” están de más.  Menos mal, que todos no son “los demás”.
  • Estar “buena”, generalmente implica que no “eres” buena!
  • Sí se le pueden pedir peras al olmo: eso sí, no intente obtenerlas!
  • Según Shakespeare “el sueño es el bálsamo para las mentes heridas; el segundo gran recurso de la naturaleza”. Yo me pregunto: El primero serán las lágrimas?
  • Ahorrar: privarnos en el presente, para el futuro...de otros!
  • La música es como la aspirina: sirve absolutamente para todo!
  • No tienes que ser perfecto.  Basta con que seas perfecto para mí!
  • Por qué lado se le puede “meter el diente” a un pan duro?
  • Yo no sé si el hombre desciende del mono, pero estoy segura de que, en todo caso, los muchachitos, sí!
  • Me he sentido triste y decepcionada muchas veces.  Aburrida, nunca!
  • ¡Oh, el placer de viajar!  Son más los gastos que los gustos...
  • Se dice que “de buenas intenciones está empedrado  el infierno”.  Yo opino que, por el contrario, es mejor un resultado erróneo, después de una buena intención, que un resultado “acertado”, con una mala intención.
  • La mujer es por lo general celosa si ama.  El hombre es celoso, aunque no ame.
  • Hay que tener cuidado para que cuando invoquemos la justicia, no nos conteste, solapada, la venganza.
  • Ser feliz es tener salud.  Disfrutar es tener la conciencia en paz.
  • Es bueno poder caminar con la frente bien alta, de manera que cuando demos la espalda, no tengan que criticar nuestra joroba...
  • Las lágrimas son sangre transparente que brota cuando el alma duele.
  • La erudición no es sinónimo de sabiduría.
  • Somos cada uno una verdad con un margen de errores muy grande.
  • Cabeza que no piensa, vivo que se le atraviesa!
  • Los tontos no dudan.
  • Lo que uno no hace por amor, le toca hacerlo por obligación.
  • La vida es como el corte de pelo: una cosa es al salir del salón, y otra el manejarlo día a día.  Hay que aprender a peinarlo cada día en el punto en que está.  Lo malo es que cuando uno se ha acostumbrado un poco a ese “tal” punto, es tiempo de volverlo a cortar...
  • Uno debe acostumbrarse a comer como si estuviera enfermo, mientras esté saludable, precisamente para no enfermarse.  La dieta ideal es una: hipo glúcida, hipo sódica, hipo lipídica y...poquita! (como agregara alguno de mis primos).
  • Ayúdame, Dios mío para que no me importe, lo que no me importa!
  • La mala suerte, como la leche que está en el fogón, espera nuestro momento de descuido!

  • Las “eses” de una personalidad ideal:  Sano – saludable – sapiente –serio     sensato – sereno – sensual – sensible – sexy – sencillo – sincero – sociable.
  • Ocupa tu lugar con dignidad.  No te consideres ni mejor ni peor que nadie.
  • Si uno dice: “No te molestes, yo lo hago, con seguridad nos lo permiten.
  • Sólo es posible perdonar por completo, cuando se olvida por completo.  No creo en aquello de : perdono, pero no olvido.
  • La vejez se ríe de nosotros en nuestra propia cara.
  • La lucha contra la vejez es como aquella que libramos contra las cucarachas: uno barriéndolas, y ellas, subiéndose por el palo de la escoba!
  • La única crema verdaderamente mágica para devolver la juventud, es una que ya está, desafortunadamente, descontinuada:  se llama “Veinte-años-menos!”
  • El ser humano parece estar más condicionado al dolor que a la felicidad; parecemos tener la conciencia de tener que pagar por algo, pues el dolor, aunque nos arranque lágrimas, no nos asombra tanto como la felicidad...
  • Dejar todos los asuntos en Manos de Dios es más que una terapia de relajación.  Confiar en que Él siempre nos da la respuesta, la mejor, es aprender a vivir sin temor y sin angustia.
  • Cuando dudemos del amor de Dios y de su misericordia, preguntemos a un niño a quien hemos castigado injustamente, si está “bravo” con nosotros...Ellos no saben guardar rencor.  Por eso creo que su amor es el que más se asemeja al de Dios.
  • La pesadilla que es para algunos vivir, termina cuando la muerte los despierta a la verdadera vida. 

  •  En la fábula, la princesa besa al sapo y éste se convierte en príncipe.  En la vida real, la princesa besa al príncipe y éste se convierte en sapo...

  • La idea tradicional es que al casarse, la mujer deje de ser “Ella”, para convertirse en un apéndice del marido.  Esto para una mujer que razona, es verdaderamente asfixiante.
La vida es un camino desconocido, que debe atravesarse con sumo cuidado, no sea que pongamos el pie en un hueco, o contra alguna piedra y caigamos.  No hay que mirar lo que hemos recorrido, o lo que nos falta, tanto como el sitio preciso que pisamos, pero el paisaje que se presenta a nuestra vista: experiencia de lo pasado y esperanza del futuro, debe alentarnos a seguir.

¿Dónde está la verdad? A través de mi ventana, y con mis ojos miopes, veo una esplendorosa mariposa blanca que agita frenéticamente sus alas, como si aplaudiera a la naturaleza.  Me acerco para verla mejor, y lo que realmente contemplan mis ojos es algo no menos hermoso:  una bellísima flor blanca, batida vigorosamente por el viento.  Y no sé cuál de las dos visiones me causa más arrobamiento; pienso: ¿en dónde está la verdad? Pues, en su momento, ambas visiones se han presentado  con igual validez, al menos para mi!

Ingenuidad:  Tómese un hombre cualquiera; vístalo de la fantasía que quiera; llénelo de los atributos que usted desea encontrar y podrá obtener al “hombre ideal”.  No importa si se trata de un cretino, un machista, o un descastado.  Usted no le creerá a nadie que pretenda abrirle los ojos.  Después de todo, usted taaan inteligente, no podría equivocarse!  Los problemas que pudieran surgir siempre se podrán solucionar.  Su amor y buena voluntad lograrán hacer de una rana, un verdadero príncipe azul...

¡Cómo somos!: Es una paradoja del comportamiento humano que, mientras tenemos a nuestros seres queridos alrededor, vale decir: padres, hermanos, esposos, amigos, nos centremos siempre en señalarles, de palabra o de pensamiento, sus errores, y cuando nos faltan,  sólo nos ocupemos de lo “buenos” que eran.

Abuso: Siento “ira e intenso dolor” cuando me siento objeto de abuso, cualquiera que éste sea.  Puedo parecer muy “contemplada”, pero no resisto que me toquen “ni con el pétalo de una flor”.  Me identifico igualmente, y reacciono con rabia, cuando me entero del abuso al que alguien es sometido por cualquier otro.  Y me lleno de ira con el agresor, pero también con el que aparentemente “tolera” ese abuso, pues considero que la supuesta víctima de una agresión, es tan culpable como el agresor mismo.

Autoridad: De muy niña, siempre cuestioné eso de la “autoridad”; aquello de que cualquiera, así fuera mi papá o mi mamá, me “ordenara” lo que tenía que hacer.  Nunca pude sentirme a gusto sabiéndome “posesión” de nadie.  Siempre he pretendido hacer lo que considero correcto, pero si no lo fuera, en todo caso, me ha gustado seguir mis convicciones propias, sin exigencia de nadie.  He querido ejercer mi derecho a guiar mi propia vida y que sólo fuera mi voluntad la que me llevara aquí o allí.  Una cosa es que te orienten, que te aconsejen, que te enseñen, y otra es que te “ordenen” porque “yo” (quien quiera que sea) lo digo.

   Esta es una Oración que hacía en mis años de juventud:

  
                                    MI ORACIÓN

Te ruego, Señor, me ayudes a actuar siempre en la forma más justa,
equilibrada y prudente posible. Ilumíname para que pueda comportarme en todo momento como una mujer cristiana, perfectamente formada,
sin mojigaterías, pero llena de humanidad y de feminidad.
Que sepa controlarme y controlar a quien me acompaña,
sin falsas apariencias de santidad, pero con un criterio perfectamente
definido, en cuanto a las  limitaciones que debo tener.
Dame el don de saber expresar mi idea de la moral, de manera
Suficientemente clara y convincente, para que no me malinterpreten.


REFRANERO-MI PROPIA TARJETA DE CUMPLEAÑOS

Refranero
Por Luz Dora Castrillón


Quiero hacer a continuación una lista de refranes, esas pequeñas cápsulas de sabiduría, con los cuales siento total identificación y que, al igual que todos los pensamientos y citas a que me he referido a lo largo de estas notas, con las comillas ortográficas de rigor, han sido, en su momento, inspiradoras para mí, entre ellos, los siguientes:

  • Ni tanto que queme al santo, ni tan poquito que no lo alumbre
  • Mal camino, ándalo pronto
  • No por mucho madrugar, amanece más temprano
  • Quien se pone de redentor, muere crucificado
  • En todas partes se cuecen habas
  • No hay mal que por bien no venga
  • Lo que natura no da, Salamanca no lo presta
  • Amor no quita conocimiento
  • Haz bien y no mires a quién
  • Si no quieres que se sepa, no lo digas
  • Quien siembra vientos cosecha tempestades
  • De la abundancia del corazón hablan las palabras

         Mi propia Tarjeta de Cumpleaños
  
Que mi Dios me conceda la fortaleza suficiente  para enfrentar cualquier cosa que Él disponga para el resto de mi existencia. 

Mirando hacia atrás, me veo siempre literalmente “tomada de Su Mano”, pues sí que me ha bendecido y guiado de una forma que ni siquiera alcanzo a contar.  Así que, ¿por qué no ha de hacerlo de aquí en adelante?

Luz Dora Castrillón Londoño

                                                                                 22 de Agosto de 2004

MI CONCEPTO DE DIOS

Mi concepto de Dios

      Por Luz Dora Castrillón


Desde que el hombre habita la tierra se ha preguntado ¿Quién es Dios?.  Y para esta pregunta no hay en modo alguno, una respuesta que pueda llamarse “concreta”, porque el concepto de Dios es ciertamente mucho más que la simple y llana definición del diccionario:  “Ser supremo y conservador del universo”.

Religión  es la relación del hombre con Dios.  Existen muchísimas religiones en el mundo, cada cual con su propia creencia acerca de Dios.  Por ejemplo:  la Musulmana llama a Dios “ALÁ”.  El Judaísmo lo llama “YHAVÉ”.  Los distintos grupos indígenas del mundo, Incas, Mayas, Aztecas, Chibchas, por citar unos cuantos, todos coinciden en adorar en todo caso a alguien “SUPERIOR”.

Aunque los primeros pasos en el sentido religioso debemos aprenderlos en casa, pues  como alguien decía: “la religión debe mamarse”, hay, sin embargo, en este trascendental asunto, cual es nuestra propia experiencia de Dios, un camino de “desaprendizaje”, según Tony De Mello. ¿Cómo?  Mediante el uso adecuado del llamado por Sam Kein “detector de tonterías”, aplicado a infinidad de conceptos y teorías que nos dejan en definitiva en la misma ignorancia; conceptos que nos muestran a Dios como el Ángel vengador, espada en mano, dispuesto a cortar cabezas, o como un Ser poderoso que nos envía toda clase de males, o como un Ser de Luz, o como una Energía creadora, o como un mágico talismán, un fetiche alejado de templos. 

Sectas y sectarios interpretadores de la Biblia, se hacen pasar como enviados directos de Dios, y brindando toda clase de “curas mágicas”, o predicando toda suerte de desastres, con charlatanería barata, tratan de “vender” el cielo a los incautos, a aquellos a quienes les falta la fe genuina.

Por eso, quien logre desarrollar una religiosidad adulta, libre de fanatismos y arcaicos conceptos o de renovadoras teorías, puede estar seguro de no sufrir neurosis o paranoias, según lo afirma Vincent Peale.

Para quienes nacimos bajo la fe católica, DIOS es el Creador de cielo y tierra; de todo lo visible y lo invisible, así reza nuestro Credo.  De hecho, lo llamamos “SUPREMO HACEDOR”.  Él es el principio y fin de todas las cosas.  Él es el dador de la vida.  Todo lo que somos, nos viene directamente de Él, porque Él nos creó a su imagen y semejanza y por Él nacemos, nos movemos y existimos.  Él es la Omnipotencia infinita.  Él es la Bondad.  Él es el AMOR.

Siguiendo con la idea católica de Dios, Él es PADRE, HIJO Y ESPÍRITU SANTO. El insondable Misterio de la Santísima Trinidad: Tres Personas distintas y un solo Dios Verdadero.   Y al decir “misterio”, no nos es dado entenderlo,  pero lo proclamamos por la Fe.

Así mismo, la segunda Persona de esa Trinidad, el Hijo, es Nuestro Señor Jesucristo, que fue enviado por el Padre, para que, tomando nuestra condición humana al nacer de la Santísima Virgen María, nos diera a todos la posibilidad de la salvación eterna; todo ello se concretó en la ofrenda del mismo Señor Jesucristo, por su muerte en la Cruz.

Pero en fin, a Dios, en todo caso, no se le puede intelectualizar.  A Dios hay que “vivenciarlo” y eso sólo se da a través de la experiencia de vida de cada ser humano.  De la misma manera que no podemos explicarnos el perfume de una flor, sin embargo lo percibimos, así, la experiencia de Dios es algo que tiene que venir de dentro de nosotros, no de afuera.

La manifestación de Dios es su Voz dentro de nosotros.  Es esa voz interior, esa chispa de conciencia o intuición, que desde el fondo de nuestro corazón nos dice lo que está bien o lo que está mal, de acuerdo con nuestro propio código moral.

La manifestación de Dios es también la maravilla que se nos muestra constantemente en la perfección de la naturaleza, en el sol, en el cielo, las estrellas; en su belleza y armonía y, sobre todo, en lo grandioso del ser humano en sí.

JESUCRISTO es para nosotros, católicos, no sólo una realidad histórica, sino, como Él mismo nos lo enseñó, EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA.

Pues bien: Este es mi Credo, esta es mi Religión y este es mi Dios, por bautismo, primero, y por convicción, después.  Trato de “practicar la presencia de Dios”, como aconsejaba un místico.  Dentro de mí no lo siento como un Dios castigador sino como orientador justo y trato de cambiar aquello de “temor a Dios” por “Amor a Dios”, pues sé que el amor es su esencia misma. 

Él conoce nuestras debilidades y nos ayuda a sanarlas.  Él sabe de qué material tan duro y a la vez tan frágil nos hizo y nos juzga según nuestra propia capacidad de entendimiento y en su momento, da a cada quien su premio o “lección” (no me gusta llamarlo “castigo”) por todas las obras buenas o malas que hagamos en esta, nuestra única vida.

Siento que Él es quien me inspira mis sentimientos de bondad.  Siento que Él habita en mí, igual que lo hace en el corazón de todos los que le aman.  A Él me encomiendo constantemente, desde lo más insignificante hasta lo más complejo, y le encomiendo siempre a los que amo.  Estoy plenamente convencida del poder de la oración, que es inmenso.  Con la oración le hablamos a Dios y con la meditación, Él nos habla a nosotros.  Hay una frase que lo resume así:

“La Oración es la fuerza del hombre y la debilidad de Dios”.

Estoy segura de que Él me acompaña siempre y de que guía mis pasos por el sendero correcto.  Me repito siempre: Confía en Dios plenamente, pero haz tu parte;  y cuando considero que he hecho mi parte, le digo a Dios: Señor, ahora haz la tuya!

Me identifico completamente con este hermoso pensamiento acerca de Dios:

“Dios no tiene hijos preferidos.
Él es el preferido por algunos de sus hijos”

Si lo encuentras, síguelo.  Él te espera siempre.





Mi Oración

Señor Jesús, yo te amo.
Hoy te entrego el control de mi vida.
Haz de mí la persona que Tú quieres que yo sea.
Sé mi luz, mi fortaleza y mi Paz,
Hasta que me lleves a la Casa del Padre.

Amén.







EL MIEDO-Por Luz Dora Castrillón


El  sentimiento del Miedo


Por Luz Dora Castrillón

El miedo es, básicamente, el temor a lo desconocido; por eso, el gran misterio de la muerte es el más común de todos los miedos que enfrentamos, y de ahí que, por dura que sea la vida que llevemos, casi nadie quiere morirse.  Cuando alguien opta por el suicidio, de seguro es que sufre, momentánea o definitivamente, de un desequilibrio mental.

Una realidad que a todos nos abruma es saber que, tarde o temprano, tendremos que enfrentar no sólo nuestra propia muerte, sino la de nuestros seres queridos. (Que cuando esto ocurra, Señor, que sea sin hacerles daño!)

A veces tratamos de fingir que somos muy valientes y que no tememos morir, pero lo cierto es que miramos aterrados los carteles que por doquier pregonan: 

“¡Peligro!  Si está usted vivo, corre el riesgo de morir...”

Decimos “celebrar” el cumpleaños, pero es mero eufemismo para disimular la realidad: Un año más cerca del gran momento.  Nuestra más grande osadía es querernos inmortales, cuando a cada momento constatamos la fugacidad de nuestro paso por la vida.  Cuánta verdad hay en la frase: “Lo bueno de lo malo es que pasa; lo malo de lo bueno es que pasa”.

Para no ponerme tan trascendental, mejor repetir con Martín L. King: “Aunque el mundo se acabe mañana, hoy sembraré manzanos en mi huerto”.  Como yo suelo decir: Todo dura, hasta que se acaba!

El miedo a la Pobreza.  Aunque existe un consenso muy generalizado de que la “riqueza no es la felicidad”, de seguro ésta no será la frase que pronuncie alguien cuando no tiene con qué desayunar, pero mucho menos con qué almorzar, o con que pagar un techo o un abrigo, o con qué pagar un médico, o cómo lograr una buena educación.

El sino de la pobreza, del hambre, de la carencia total de posibilidades, es algo que sin duda hará exclamar a más de uno:  -Es cierto que el dinero no es la felicidad... sobre todo si es poco!-  Esto lo digo, muy consciente, además, de que “cuando las ganancias aumentan, los sueños suelen disminuir”.

¡Y qué decir de la vejez!   Esta es otro de los “cocos” que nos asustan por igual.  Nos negamos a confesar de buena gana nuestra edad, aunque las canas y las arrugas, que tratamos de ocultar lo mejor que podemos, lo van pregonando.

Perder la apariencia física de la juventud es para todos bastante deprimente, y todos cuál más, cuál menos, hacemos infructuosos esfuerzos para exorcizarla.

Como contrapartida a este desolador panorama, quisiera concluir con una bella cita:  “Algunas personas, al envejecer, no pierden su belleza.  Ésta sólo se les pasa al corazón”.

Igualmente amenazante es la pérdida de facultades mentales o físicas, que nos obliguen a depender de alguien más.  Sabemos que por bien dispuestos que estén nuestros seres más cercanos a ayudarnos, a cualquiera le es difícil “cargar” con nadie, aunque lo ame.

En lo particular, yo le tengo verdadero terror a la enfermedad que, por otra parte, no es ni mucho menos patrimonio exclusivo de la vejez.  Le tengo, además, un miedo casi patológico al dolor físico.

Al respecto, quiero referirme a la histerectomía a que hube de someterme algunos años atrás.  Recuerdo que los días previos a la dichosa operación fueron de los más angustiosos que haya vivido.  Yo me sentía perfectamente sana y sencillamente me negaba a admitir que la inminencia de esa operación tuviera que ver conmigo.

Y es que, aunque siempre se vive temiendo algo, se guarda la esperanza de que la desgracia no haya de tocarle a uno.  Pero, espere uno o no esos golpes, nos llegan a veces acontecimientos en la vida que nos sacan sin más de cualquier plan que nos hubiéramos trazado.  Como en la frase del poeta peruano César Vallejo: “Hay golpes en la vida, tan duros, yo no sé...”

Preveía yo toda clase de dificultades a las que me vería enfrentada y temblaba ante los riesgos que toda operación implica.  De nada me  valían los consejos que para tranquilizarme escuchaba aquí y allá:  Que “muchas mujeres han pasado por esta misma operación”;  que “no es saludable preocuparse”; que “hay cosas peores”; que “toda adversidad siempre encierra la semilla de un bien”, etc., etc.  Estas consideraciones sólo me producían más ansiedad y me hacían reaccionar incluso con agresividad.  Lo cierto es que sentía mis nervios a punto de explotar!.

Llegada la intervención misma, y pasados los días postoperatorios, pude darme cuenta, sin embargo, de que tal como lo había escuchado, todo resultó mucho menos traumático de lo que me había imaginado, pues se cumplieron muchas de las palabras de aliento que había recibido.

Hoy, recuperada por completo de aquel impase, puedo afirmar con conocimiento de causa que la mayoría de las veces, la imaginación supera a la realidad, no sólo en lo que tememos, sino también en lo que anhelamos. He comprobado, además, aquello de que “lo que no nos mata, nos fortalece” y que entregarnos completamente en manos de Dios es lo mejor que podemos hacer siempre, pero sobre todo, en los momentos en que más desvalidos nos sintamos.  Él jamás deja de escucharnos y nunca abandona al afligido que se acoge a Él: “Venid a Mí todos los que estáis cansados y agobiados, que Yo os aliviaré”.  Es verdad que “cuando sólo vemos un par de huellas en la arena, se trata de las del Señor, cuando nos lleva en brazos...”!
 

 



El Amor

El Amor

Este es un tema del que todos creen saber mucho, y  yo no soy la excepción:  EL AMOR.

¡El Amor! La esencia misma de Dios, la más sublime de las emociones humanas.
¡El Amor! El más grande misterio sobre el cual se ha dicho todo y aún no se ha dicho nada.  Poetas, filósofos, sicólogos, religiosos y profanos, todos han tratado de definir el amor, pero al fin de cuentas, cada ser humano lo vive, lo siente, y lo expresa de una manera diferente.

La doctrina cristiana se centra en el mandamiento de “Amaos los unos a los otros como a vosotros mismos, tal como Yo os he amado”.  Este mandamiento es por cierto de lo más difícil de seguir, pues no sólo ha de amarse a los amigos, sino a los enemigos.

De entrada, pudiera decirse que la barrera es cada uno  de nosotros mismos, pues el egoísmo es parte de la materia con la que parece que fuimos “amasados”, pero alcanzar la plenitud del amor, es la meta a la cual todos tratamos de llegar.

Desde todos los tiempos, la palabra AMOR, ha sido una de las más socorridas y desgastadas, en su esencia y en su significado.  En nombre del amor se cometen muchos abusos y atropellos, extorsiones emocionales:  que “te quito los hijos”; que “si mi dejas, me suicido”;  que “eres un malvado si no me correspondes”...etc., etc.  Según todo esto, ¿qué podría ser más “relativo” que el Amor?

Y es que lo de “Amaos los unos a las otras”, es más complicado aún que el dictado de Nuestro Señor Jesucristo.

La educación que en este sentido hemos recibido, sobre todo en nuestros países latinos, cargados de un machismo a ultranza, ha sido de  tremenda desigualdad para hombres y mujeres.

A nosotras, por ejemplo, se nos ha enseñado tradicionalmente a considerar el amor físico como un pecado, como algo sucio y de lo cual, si se es una niña “bien educada”, no debe ni hablarse.  A ellos se les ha enseñado, por otra parte, a clasificar a las mujeres en “buenas” o “malas”, en la medida en que estén dispuestas a vivir (con el mismo derecho que ellos) su condición de mujeres, y a llevar su clasificación a “aquellas con las que se casan” y “aquellas con las que se divierten”, brindándose a sí mismos (y por supuesto a nosotras) verdaderos desastres en sus vidas íntimas.

No se nos ha enseñado, ni a unas ni a otros, a considerar el amor como un sentimiento que nos puede colmar de realización, tanto en el alma como en el cuerpo.  Hombres y mujeres tenemos al respecto una desinformación total.

Por ejemplo, en el pasaje bíblico en que se narra la historia de la adúltera llevada ante Jesús para que Él legitime la pedrea que le esperaba a la desdichada,  Él, con una sola frase,  la libró de tan salvaje castigo.  Pero, ¿Dónde estaba el “adúltero”?   Posiblemente “de primero”,  frente a Jesús, esperando lanzarle la primera piedra!  El caso es que el fulano no es señalado para nada.  Y de sobra sabemos que éste no es ni mucho menos el único caso en la historia.

Yo opino que, aparte de la función meramente biológica, la educación en este aspecto debería centrarse, para hombres y mujeres, en enseñanza de “Ética de las Relaciones”;  en no aprovecharse ni a jugar con los sentimientos del otro;  a tratarnos mutuamente con dignidad y respeto; a cuidarnos de no caer en la promiscuidad; a no sobredimensionar, pero tampoco a minimizar las sensaciones placenteras que el amor puede traernos, sin temor a caer por ello en el pecado.  Al respecto, me parece que se ha puesto más letra de la cuenta a esa música.

Si lográramos vivir más auténticamente el amor sexual sin tantos tabúes, ni mitos, no tendríamos una sociedad tan violenta, neurótica, desorientada y solapada.    Pero, como comentaba, por nuestro egoísmo y mala e inconsistente educación, para unos y otras, caemos en  muchos errores, que se perpetúan de generación en generación.

Si sólo nos interesa que nos “den lo nuestro”, sin mirar siquiera qué clase de amor y comprensión estamos ofreciendo; si sólo le hacemos la vida imposible al otro, ya sea de palabra o de obra; si no tenemos en cuenta para nada las necesidades de la otra persona; si nos olvidamos de la atención que nos debemos el uno al otro; si dejamos que desaparezcan del diccionario de pareja palabras como “diversión juntos”; “trato amable”; “descanso”, “amistad mutua”, “relaciones sexuales por consenso”; si no le dejamos al otro ni un solo pedazo de espacio para él; si dejamos que la monotonía invada todo nuestro entorno, ¡Cómo no esperar el desencanto muto!  ¡Cómo no esperar que la infidelidad esté a la vuelta de la esquina!

Nos quejamos de que nos traicionan, sin pensar en lo absoluto en que quizá seamos nosotros mismos quienes empujamos al otro a sernos infiel. Hace mucho tiempo, escribí a este respecto:

Las mujeres somos como las mariposas de luz: sólo nos basta una “llamita” para revolotear alborozadas a su derredor, hasta quemarnos o hasta que nos apaguen la luz...  Si nuestros hombres comprendieran esto, evitarían ser llamados con un poco elegante adjetivo!

Quizá suene a herejía lo que voy a decir a continuación, pero a todos los que se santiguan aterrados diciendo que ahora los matrimonios son desechables, les quisiera preguntar si de verdad creen en eso de que el matrimonio debe ser para toda la vida; de que éste es un nudo que sólo se desata con la muerte, y que es Dios quien lo instituyó así.

No es que esté en contra del matrimonio.  ¡De ninguna manera!

Por supuesto que la vida en pareja dentro del matrimonio es lo que todos podemos desear.  Lograr un matrimonio en el que podamos vivir en armonía, con una visión  conjunta de ideales, con un compartir pleno de penas y alegrías en la vida cotidiana.  Un matrimonio donde el afecto, el deseo, el respeto y la consideración sean mutuas, y no obligación de una sola de las partes, digo, un matrimonio así es una verdadera bienaventuranza; esto es haber encontrado la llave del paraíso.

Pero para ello se requiere, en primera instancia, encontrar a la persona adecuada, al compañero ideal, al “alma gemela”.  Y ahí radica la principal dificultad.  Por ese afán desesperado de encontrar afecto, solemos vestir de fantasía a un ser todo de barro;  con el uso se va desdibujando ese traje con el que habíamos vestido a alguien y ya la alianza o anillo matrimonial se convierte en pesados grilletes y cadenas que nos atan de pies y manos.

Para usar un símil:  es como en cierta tribu africana, en donde el delito de asesinato es castigado con obligar al criminal a cargar con el esqueleto de su víctima, amarrado a la espalda por el resto de su vida, escarmento escalofriante, por demás!

Al pasar los años se dejan de idealizar muchas de las cosas que en la juventud creíamos casi mágicas y se empieza a mirar todo desde una perspectiva más realista.  Y si vemos en la práctica la angustia y la aflicción en que viven tantos matrimonios, cuesta creer que sea mandato divino el que la gente tenga que soportar tal infelicidad durante toda una vida.  Yo me pregunto:  ¿En qué momento se pierde la Gracia Santificante que el matrimonio como Sacramento contiene?

En un libro titulado “Los Hombres son de Marte y las Mujeres de Venus”, el sicoterapeuta americano John Gray hace un exhaustivo análisis de los diferentes comportamientos de “marcianos” y “venusinas”, y vaya que acierta!, aunque no es un descubrimiento.  Hombres y mujeres pensamos y sentimos de muy distinta manera, acerca de un sinnúmero de cosas. 

Ellos son más cerebrales, nosotras más emocionales.  Así, parece que circuláramos en “ondas diferentes”, y al igual que cuando se sintonizan dos aparatos de radio en diales diferentes, no se puede escuchar claramente a ninguno de los dos, el diálogo, la comunicación, tan aconsejados como medio efectivo de comprenderse unos a otras, tiene sus bemoles. 

Si uno dice lo que piensa sobre determinado asunto, no necesariamente coincida con el otro y así, seguramente la discusión no se hará esperar, y cada uno continuará sosteniendo su punto de vista original.  Y ¿quién ganará la discusión?  Posiblemente el más fuerte.  Pero el otro, el “perdedor” quedará resentido, y lo demuestre o no, de alguna manera querrá cobrárselas.

Y cuando, por temor a la reacción del otro, tiene uno que callarse y no expresar toda la verdad, habrá igualmente resentimiento, al sentirse uno tan limitado para actuar y opinar, según el propio criterio.  En estas condiciones, ¿Cómo poder sentirse feliz,  y mucho menos, hacer sentir feliz al otro?

Darse felicidad mutuamente, teniendo ambos, enfoques y perspectivas tan diferentes de las cosas, es a menudo tan difícil como darle de beber a alguien mientras uno le sostiene su vaso:  nunca se encuentra la inclinación adecuada!

Gray dice en su libro que, por ejemplo, cuado un “marciano” se mete en su cueva, por lo general es que está tratando de resolver un problema y que lo mejor que la “venusina” puede hacer en esos momentos es:   -Ir de compras; escuchar música; ir a cine; llamar a una amiga para conversar... En fin.  El presenta una lista de cosas que ella pudiera hacer para distraerse.  Yo resumiría esta idea en que lo mejor en esos casos es “ignorarlo” y hacer como si él no existiera.  Pero, añado:
¡E-x-I-s-t-e!   Y probablemente saldrá de  su cueva a averiguar (furioso) qué es lo que ella está haciendo!

Me atrevo a decir que lo más importante en una pareja, más que el amor en sí mismo, es la consideración del uno por el otro, pues esto es lo mínimo que uno espera recibir y debe dar.  Si una persona es realmente considerada, no le exige a su cónyuge nada por encima de sus fuerzas o de sus sentimientos.

Sobre el tema del amor nunca podrá haberse dicho todo, así que dejemos en paz estas “disertaciones” y, dado que ni hombres ni mujeres vinimos al mundo con “manual de instrucciones” adjunto, sigamos sumergiéndonos en esas ajenas y desconocidas aguas territoriales que son nuestras respectivas almas, hasta que coincidamos en avistar el imponente y majestuoso barco llamado AMOR, para surcar juntos el mar inmenso de posibilidades a las que él puede conducirnos, y regalémonos con el sentimiento maravilloso ante el cual, ¡Hay que quitarse el sombrero!