¿SABEN QUE ESTÁS AHÍ, SEÑOR?
¿Saben
que estás ahí, Señor, O quizá no lo saben?
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Vengo
del tráfico, del ruido, de toda la agitación que hay ahí afuera, Señor, trato
de serenarme y dejar mi aceleramiento convertido en suaves pasos para estar
frente a ti. Ya me va llegando la
calma, la paz...
Frente a esta Capilla siguen pasando las personas, que como yo, traen en su interior su propia historia. Y pienso en ellos: en esa joven que pasa sin mirar siquiera un instante hacia este lugar donde estás Tú. Pasa ensimismada porque carga una cruz que pesa, que pesa mucho; le han dicho que su hijito tiene una enfermedad incurable, ¡y ese hombre que apura el paso porque lleva ya dentro la huella del vicio y va en su busca! y ese anciano, que apenas puede caminar porque tiene frío, porque todos sus huesos ya viejos le duelen pero le duele más el saber que en su casa, los hijos que tanto amó, le están diciendo que "estorba". Esa jovencita, casi una niña, que va despacio y muy triste porque su novio le acaba de decir que no la quiere, que todo terminó y ella ya lleva un hijo en las entrañas y no sabe qué va a hacer. Y el que no tiene trabajo... y la que se siente enferma y cansada. Y el que viene de despedir para siempre al ser amado y recibir las condolencias.
¿Por
qué los que cargan una cruz tan pesada no la quieren compartir
Contigo...Contigo, que ya supiste lo que pesa y duele? Tú lo dijiste: “Venid a mi todos los que estéis fatigados
y sobrecargados y yo les daré descanso.”
(Mt 11,28).
Pasa
también la que va feliz porque mañana se casa, y aquella a quien le ha dado
el doctor la noticia de que va a ser madre y le falta tiempo para llegar a su
hogar y decírselo al hombre amado. Y
el que va feliz porque le han ascendido de puesto, y el estudiante que ha
pasado de año y la niña que mañana cumple quince años, y la que acaba de recibir
su anillo de compromiso.
¿Por qué no vienen a Ti? ¿Por qué no te vienen a dar gracias y a
compartir contigo sus grandes logros, sus dichas, sus sueños realizados, su
inmensa felicidad?
Todo
un mundo de historias... y Tú, Señor, las conoces todas, y Tú te las sabes
todas y esperas... ¿Saben que estás ahí o quizá... no lo saben? ¿Y si nadie se los ha dicho?
Siento tu tristeza, Señor. Y esa
tristeza me obliga a darte a conocer entre todos los que me rodean. Que nadie se quede sin saber que eres agua
viva, si tienen sed, que eres el amigo fiel, si tienen angustia y pena, que
eres el Amor hecho hombre para amar sin medida, que eres el Dios que muere en
una cruz para perdonar. Que estás ahí,
tan cerca, tan humilde en la espera eterna...
Detén tu desorientado caminar y ven aquí, junto al Sagrario, donde Él está, con su Cuerpo y su Divinidad. Y, tal vez llores... pero puedes estar seguro de que al salir vas a sentir lo que buscabas y necesitabas: la certeza de que Dios te ama y con ella, el precioso dón de la PAZ. |
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