Reflexiones profanas
Ante la terrible e irreversible enfermedad
de mi hermana, uno de los seres más positivos con los que uno pudiera
encontrarse, son muchísimas las reflexiones que se suscitan en torno de la vida
y sobre todo de la muerte.
Una de estas
reflexiones es: ¿Sirve de algo el “pensamiento
positivo”, para evitar que un mal cualquiera nos llegue de repente? Esta escuela tan de moda trata de hacernos
creer que todos los males se pueden “exorcizar” con sólo la voluntad, la
meditación, los ejercicios de respiración adecuada. Definitivamente me parece que todo esto es
una total falacia; pamplinas inventadas por vividores de turno que, amparados
en sus supuestos conocimientos e idoneidad de filósofos o de médicos de tales o
cuales pomposas universidades, arrastran a miles de incautos que,
“embobecidos”, esperan ávidamente la solución mágica a todos sus problemas,
pues ellos les hacen creer que si están mal económicamente, que si padecen una
enfermedad pasajera o terminal, sus males pueden desaparecer como por encanto
con sólo emplear estas técnicas y que
sólo sufren por bobos.
Otras preguntas que
se me ocurren son: ¿Vale la pena luchar
tanto, entablar una batalla que de antemano sabemos perdida, para
llegar al mismo punto? ¿En qué punto es
lícito darse por vencido? ¿Dónde termina
la fe y comienza la ilusión vana? ¿Por
qué los médicos se empeñan en hacernos creer que un tratamiento tan doloroso
como la quimioterapia, es la oportunidad de prolongar una vida que, bien saben
ellos, no ofrece otra garantía que alargar
indefinidamente una situación,
llamándola “darle al enfermo calidad de vida”? ¿Acaso la “calidad de vida” no dejó de serlo,
desde el mismo momento en que se recibe un diagnóstico de “terminal”? ¿Quién puede decirme si todas estas
elucubraciones son “pesimismo” o sólo realismo?
Desde luego que dar respuesta a todas estas inquietudes es realmente muy
difícil, por no decir, imposible.
Es lógico que todos
queramos sentirnos libres del yugo que llevamos, y que queramos erradicar, a como
dé lugar, los problemas de todo tipo a los que en todo momento nos vemos
enfrentados, y es humano que busquemos, el remedio a nuestros males. Esto no sólo es humano, sino que es nuestra
obligación. Lo que nos cuesta
admitir es que este es un valle de
lágrimas y lo único que podemos hacer
siempre es tener confianza en que Dios nos lleva de Su Mano, aunque a veces sea
por caminos tortuosos, que no acabaremos de comprender del todo. Me parece que lo único que podemos hacer es
orar para que nuestra fe no desfallezca, mientras emprendemos las acciones
encaminadas a recuperar la salud, cuando esto es físicamente posible, o, en
caso contrario, tratar de aceptar lo que Dios disponga. De ninguna manera se trata de quedarnos
cruzados de brazos, esperando que nos lluevan las soluciones, pero todo ello
con el corazón puesto en Dios y la mente puesta
al servicio de la realidad práctica.
Dora Castrillón –
Spre. 11/03
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