AL FINAL DEL CAMINO...
...Y
bien: Heme aquí, empezando esta nueva etapa que podría llamarse “Al final del
camino”... No es que piense, ni sienta, ni vea que este es, ni mucho menos, el fin. Gracias a Dios, mi salud, mi estado anímico y
apariencia física, están bastante bien, y además, no he perdido
el interés de aprender cada día
algo nuevo, por fortuna el cerebro no tiene límite de RAMS, aunque “por
defecto”, nos haga descartar mucha de la
información con que lo saturamos.
Pero no quiero llamarme a engaño: ya sé que estoy parada en el umbral de
la vejez, y, realista como siempre he sido, me gusta ir en el bus que es. Con
todo, trato de mantener en actividad la mente y el cuerpo, pues no quiero
sentirme “desgastado mueble viejo”, como dice el tango.
Al mirar la alta
cifra de años acumulados, me doy
perfecta cuenta de que eso de que la
vida es tremendamente corta, es
la pura y santa verdad. Alguien decía
que “tarda uno como diez años en acostumbrarse a la edad que tiene”. Pero sucede que el entorno se encarga de
recordárnoslos o, más bien, de “machacárnoslos” constantemente:
¿Pasaste los 20 años?, ni intentes presentarte a
Cartagena! ¿Pasaste los 25 años y nos
has terminado una carrera ni te has ubicado ya en alguna profesión?, ¡Vaya! Posiblemente ya no la harás. Tienes 30 años y aún no te has encontrado al
príncipe azul, (recuérdese que no se encuentran en la páginas amarillas...) o,
haciendo concesiones, de cualquier otro color?
Ya puedes ir abandonado la idea.
Y aún no has tenido hijos? ¡Ojo!
Que tienes muchas probabilidades de engendrar un bebé con síndrome de Down. Tienes
35 y te has quedado sin empleo? ¡Pobre!. Te aprendes los clasificados del periódico
buscando afanosamente los Avisos de “Se Necesita...” y te encuentras con la
ironía de que el primer requisito para acceder a un empleo sea “tener
experiencia”, al tiempo que el segundo sea “no tener más de 35 años”. Llegas a los 50 y ¡Olvídate! “Si al amanecer
no sientes ningún dolor, es porque...estás muerto!”
Sí; el entorno se encarga de “envejecerlo” a uno con
tanta rapidez! Empiezas a oír, sin
querer, frasecitas como: “Esa cucha...”, tal y cual... “Ya no se cocina con dos aguas...”, o: “Debe haberse hecho alguna cirugía”, todo
antes de que uno se sienta realmente viejo.
Es de Picasso esta frase: “Cuando me dicen que estoy demasiado viejo
para cualquier cosa, de inmediato intento hacerla”.
Y
es que a esta edades, lo único cierto es que está uno ubicado en un lugar,
desde el cual, las oportunidades de muchísimas cosas ya pasaron
definitivamente, lo cual no deja de ser, a la hora de la verdad, hasta bueno,
como cuando al jugar parqués, se
llega a “piedra”; ya no hay demasiados
retos, aparte del de sobrevivir, de
tratar de envejecer con gracia, evitando a toda costa hacer el ridículo, porque
no hay nada más patético que una vieja “dando lora”, queriendo parecer lo que ya nunca más será, apegada a
creer que con una onza más de tal o cual mejunje ocurra el gran milagro de
mostrar una lozanía ya tan lejana!
En alguna oportunidad yo había dicho que es una paradoja
del destino que, al perder el encanto, no se pierda también el deseo de
encantar.
Igualmente había expresado que la naturaleza es muy
sabia: al envejecer nos hace ir perdiendo la visión cercana, para que al menos,
no nos percatemos mucho del desastre!
Y
a esta altura del sendero, cuál es mi balance?
Cuál es mi visión del mundo y de la vida?
El inventario más importante con el que cuento hoy
es, sin duda, el aprecio, la valoración
y la credibilidad que he podido despertar entre los míos. Espero no pecar de “creída”, pero realmente
pienso que estos conceptos me los he ganado.
En este aspecto me siento bastante satisfecha.
En el aspecto religioso, mi fe se ha fortalecido, me
encanta ir a Misa, y soy fanática de la oración, pero he logrado muchas desmitificaciones y he
aprendido a no tragar tan entero. Me
reafirmo católica, apostólica y romana y a estas alturas no estoy pensando en
cambiar de religión, ¡Ni más faltaba! Una de las cosas que de verdad me molestan son
esos encorbataditos muchachos domingueros, o esas señoras mal llamadas “de la
tercera edad” y estrato ídem, que
trabajan al servicio del Pastor Fulanito,
que Biblia bajo el brazo, intentan anunciar la “verdad revelada”
En
el aspecto físico, ¡Me siento tan
entera, tan llena de vida! Gozo y
padezco con tal vehemencia, que me parece imposible aceptar que empiezo la
decadencia. Es paradójico, pero nunca
como ahora, siento que he aprendido a vivir.
Es ahora cuando me siento con derecho a vivir mi vida de acuerdo con mi
propio criterio. Es ahora cuando empiezo
a atreverme a ser yo misma.
Quiero
manejar mi barca y no andar con el freno de emergencia puesto, dejando a los
demás conducir las suyas como a bien tengan.
Quiero mirar la vida con mis propios ojos, siguiendo mi propio mapa;
sentirme totalmente coherente con las cosas que piense y las que realice, en la
medida de mis posibilidades.
Por otra parte, sí veo que debo quitar el pie del
acelerador y dejar un poco que el esfuerzo lo hagan los demás. Estoy tratando de controlar mi deseo de
controlar a todo el mundo, y definitivamente me rindo al deseo de
cambiarlo.
A lo que no puedo ni quiero renunciar es a mi sagrado (¿?)
derecho de criticar lo divino y lo humano.
No sé si eso hace parte de un perfeccionismo que siempre me acompaña, o
si simplemente, es algo que surge tan espontáneamente, que es imposible de
evitar. Es que también me doy cuenta de que el carácter con sus defectos y
virtudes no se modifica con la edad; por el contrario, los defectos sobre
todo, se refuerzan, al menos uno siente
menos temor de expresarlos. Alguien
decía que “al envejecer no somos ni mejores ni peores, simplemente, somos”.
Eso sí, considero que hay una gran diferencia entre
“criticar” y “hacer chismes”; lo primero me parece que sólo son conceptos,
opiniones personales, que instintivamente nos suscitan los hechos o las
personas. Pero el chisme es “inventar” o
“ver” maldad donde no la hay, como quien dice.
Y en esto me remito siempre al pensamiento de Víctor Hugo: “No llevar la
llama, allí donde basta la luz”. Dostoyevsky
lo expresaba así: “Cien conejos no hacen un caballo; cien sospechas no
hacen una prueba”.
Y para qué decir que he vencido al miedo. El ser extremadamente “miedosa” hace parte de
mi ADN, y me atrevo a decir que mis muchos miedos vienen del lado materno. Aun siento pánico, por ejemplo, de cruzar una
calle; hoy por hoy, el miedo a la pérdida de facultades físicas y/o mentales
sigue instalado en mi psiquis... El miedo al final, por ley de vida propiamente
dicha, sobre todo al “cómo”, ni
hablar. ¡Menos mal que no le preguntan a
uno de qué quiere morirse, porque conmigo estarían muy encartados!. Que conste que tampoco me miro de cien años,
con mil y una dificultades para sobrevivir, posiblemente sin ninguno de mis más
queridos a mi alrededor. Eso no es precisamente algo para desear.
Cuando repaso una y otra vez mis actuaciones en este y
aquel momento de mi vida, puedo decir que lo que siempre he tratado de lograr
es congruencia entre lo
que pienso, y lo que hago, y no veo prácticamente ninguna diferencia entre mis
diez años y mis actuales... Siempre he tratado de ser directa, honesta conmigo y con los demás. Tengo un
intuitivo sentido de la justicia, y cuando niña me devanaba el seso tratando
de adivinar, por ejemplo, quién de mis hermanitos había sido el que...
“cualquier cosa”, para no ir a “darle el
pellizco” al equivocado.
Mirando
ahora en perspectiva los acontecimientos de mi vida, muchos de ellos duros,
difíciles, e incluso considerados
“terribles” en su momento, si le quitamos lo dramático, no se ven de la misma
forma, pero me gusta rememorarlos, porque, para bien o para mal, todos ellos me
marcaron de alguna manera.
Además, creo que
con la costumbre que he tenido siempre de escribir mis reflexiones, me he
convertido en mi propio psicólogo, y esto ha sido de gran utilidad para mí.
Por otra parte, me alegra constatar, releyendo escritos
anteriores, incluso de los realizados cuando estaba “en agüita”, como se dice,
que mi línea de pensamiento ha sido bastante consistente.
He aquí algunos de aquellos conceptos
míos, muchos de los cuales, los escribía ya a la “tierna” edad de 20 ó 22 años:
- La
verdad es una, al igual que el derecho o el revés de una tela; aunque haya
“telas” cuyo derecho y revés son absolutamente iguales en apariencia.
- A
mí me falta tiempo para estar conmigo.
Aunque permanezco mucho tiempo sola, nunca me siento sola!
- Hay
veces en que “los demás” están de más.
Menos mal, que todos no son “los demás”.
- Estar
“buena”, generalmente implica que no “eres” buena!
- Sí
se le pueden pedir peras al olmo: eso sí, no intente obtenerlas!
- Según
Shakespeare
“el sueño es el bálsamo para las mentes heridas; el segundo gran recurso
de la naturaleza”. Yo me pregunto: El primero serán las lágrimas?
- Ahorrar:
privarnos en el presente, para el futuro...de otros!
- La
música es como la aspirina: sirve absolutamente para todo!
- No
tienes que ser perfecto. Basta con
que seas perfecto para mí!
- Por
qué lado se le puede “meter el diente” a un pan duro?
- Yo
no sé si el hombre desciende del mono, pero estoy segura de que, en todo
caso, los muchachitos, sí!
- Me
he sentido triste y decepcionada muchas veces. Aburrida, nunca!
- ¡Oh,
el placer de viajar! Son más los
gastos que los gustos...
- Se
dice que “de buenas intenciones está empedrado el infierno”. Yo opino que, por el contrario, es mejor
un resultado erróneo, después de una buena intención, que un resultado
“acertado”, con una mala intención.
- La
mujer es por lo general celosa si ama.
El hombre es celoso, aunque no ame.
- Hay
que tener cuidado para que cuando invoquemos la justicia, no nos conteste,
solapada, la venganza.
- Ser
feliz es tener salud. Disfrutar es
tener la conciencia en paz.
- Es
bueno poder caminar con la frente bien alta, de manera que cuando demos la
espalda, no tengan que criticar nuestra joroba...
- Las
lágrimas son sangre transparente que brota cuando el alma duele.
- La
erudición no es sinónimo de sabiduría.
- Somos
cada uno una verdad con un margen de errores muy grande.
- Cabeza
que no piensa, vivo que se le atraviesa!
- Los
tontos no dudan.
- Lo
que uno no hace por amor, le toca hacerlo por obligación.
- La
vida es como el corte de pelo: una cosa es al salir del salón, y otra el
manejarlo día a día. Hay que
aprender a peinarlo cada día en el punto en que está. Lo malo es que cuando uno se ha
acostumbrado un poco a ese “tal” punto, es tiempo de volverlo a cortar...
- Uno
debe acostumbrarse a comer como si estuviera enfermo, mientras esté
saludable, precisamente para no enfermarse. La dieta ideal es una: hipo glúcida,
hipo sódica, hipo lipídica y...poquita! (como agregara alguno de mis
primos).
- Ayúdame,
Dios mío para que no me importe, lo que no me importa!
- La
mala suerte, como la leche que está en el fogón, espera nuestro momento de
descuido!
- Las
“eses” de una personalidad ideal: Sano
– saludable – sapiente –serio
sensato – sereno – sensual – sensible – sexy – sencillo – sincero –
sociable.
- Ocupa
tu lugar con dignidad. No te
consideres ni mejor ni peor que nadie.
- Si
uno dice: “No te molestes, yo lo hago, con seguridad nos lo permiten.
- Sólo
es posible perdonar por completo, cuando se olvida por completo. No creo en aquello de : perdono, pero no
olvido.
- La
vejez se ríe de nosotros en nuestra propia cara.
- La
lucha contra la vejez es como aquella que libramos contra las cucarachas:
uno barriéndolas, y ellas, subiéndose por el palo de la escoba!
- La
única crema verdaderamente mágica para devolver la juventud, es una que ya
está, desafortunadamente, descontinuada:
se llama “Veinte-años-menos!”
- El
ser humano parece estar más condicionado al dolor que a la felicidad;
parecemos tener la conciencia de tener que pagar por algo, pues el dolor,
aunque nos arranque lágrimas, no nos asombra tanto como la felicidad...
- Dejar
todos los asuntos en Manos de Dios es más que una terapia de
relajación. Confiar en que Él
siempre nos da la respuesta, la mejor, es aprender a vivir sin temor y sin
angustia.
- Cuando
dudemos del amor de Dios y de su misericordia, preguntemos a un niño a
quien hemos castigado injustamente, si está “bravo” con nosotros...Ellos
no saben guardar rencor. Por eso
creo que su amor es el que más se asemeja al de Dios.
- La
pesadilla que es para algunos vivir, termina cuando la muerte los
despierta a la verdadera vida.
- En la fábula, la princesa besa al sapo y
éste se convierte en príncipe. En la
vida real, la princesa besa al príncipe y éste se convierte en sapo...
- La
idea tradicional es que al casarse, la mujer deje de ser “Ella”, para
convertirse en un apéndice del marido.
Esto para una mujer que razona, es verdaderamente asfixiante.
La vida es un camino desconocido, que debe
atravesarse con sumo cuidado, no sea que pongamos el pie en un hueco, o contra
alguna piedra y caigamos. No hay que
mirar lo que hemos recorrido, o lo que nos falta, tanto como el sitio preciso
que pisamos, pero el paisaje que se presenta a nuestra vista: experiencia de lo
pasado y esperanza del futuro, debe alentarnos a seguir.
¿Dónde está la verdad? A través de mi ventana, y
con mis ojos miopes, veo una esplendorosa mariposa blanca que agita
frenéticamente sus alas, como si aplaudiera a la naturaleza. Me acerco para verla mejor, y lo que
realmente contemplan mis ojos es algo no menos hermoso: una bellísima flor blanca, batida
vigorosamente por el viento. Y no sé cuál
de las dos visiones me causa más arrobamiento; pienso: ¿en dónde está la
verdad? Pues, en su momento, ambas visiones se han presentado con igual validez, al menos para mi!
Ingenuidad: Tómese un hombre cualquiera; vístalo de la fantasía que
quiera; llénelo de los atributos que usted desea encontrar y podrá obtener al
“hombre ideal”. No importa si se trata
de un cretino, un machista, o un descastado.
Usted no le creerá a nadie que pretenda abrirle los ojos. Después de todo, usted taaan inteligente, no
podría equivocarse! Los problemas que
pudieran surgir siempre se podrán solucionar.
Su amor y buena voluntad lograrán hacer de una rana, un verdadero
príncipe azul...
¡Cómo somos!: Es una paradoja del comportamiento
humano que, mientras tenemos a nuestros seres queridos alrededor, vale decir:
padres, hermanos, esposos, amigos, nos centremos siempre en señalarles, de
palabra o de pensamiento, sus errores, y cuando nos faltan, sólo nos ocupemos de lo “buenos” que eran.
Abuso: Siento “ira e intenso dolor”
cuando me siento objeto de abuso, cualquiera que éste sea. Puedo parecer muy “contemplada”, pero no
resisto que me toquen “ni con el pétalo de una flor”. Me identifico igualmente, y reacciono con
rabia, cuando me entero del abuso al que alguien es sometido por cualquier
otro. Y me lleno de ira con el agresor,
pero también con el que aparentemente “tolera” ese abuso, pues considero que la
supuesta víctima de una agresión, es tan culpable como el agresor mismo.
Autoridad:
De muy niña,
siempre cuestioné eso de la “autoridad”; aquello de que cualquiera, así fuera
mi papá o mi mamá, me “ordenara” lo que tenía que hacer. Nunca pude sentirme a gusto sabiéndome
“posesión” de nadie. Siempre he
pretendido hacer lo que considero correcto, pero si no lo fuera, en todo caso,
me ha gustado seguir mis convicciones propias, sin exigencia de nadie. He querido ejercer mi derecho a guiar mi
propia vida y que sólo fuera mi voluntad la que me llevara aquí o allí. Una cosa es que te orienten, que te
aconsejen, que te enseñen, y otra es que te “ordenen” porque “yo” (quien quiera
que sea) lo digo.
Esta es una Oración que hacía en mis años de juventud:
MI
ORACIÓN
Te ruego, Señor, me ayudes a actuar
siempre en la forma más justa,
equilibrada y prudente posible.
Ilumíname para que pueda comportarme en todo momento como una mujer cristiana,
perfectamente formada,
sin mojigaterías, pero llena de
humanidad y de feminidad.
Que sepa controlarme y controlar a
quien me acompaña,
sin falsas apariencias de santidad,
pero con un criterio perfectamente
definido, en cuanto a las limitaciones que debo tener.
Dame el don de saber expresar mi idea
de la moral, de manera
Suficientemente clara y convincente,
para que no me malinterpreten.