domingo, 18 de enero de 2015

EL OSO HAMBRIENTO

Cierta vez un oso hambriento deambulaba por el bosque en busca de alimento.
Era una época de escasez; sin embargo, su olfato aguzado percibió olor a comida y lo siguió sin dudar. El aroma lo  condujo a un campamento. Afortunadamente el campamento estaba vacío; pero el olor provenía de una enorme olla de comida que estaba sobre una hoguera.  Rápidamente se dirigió hacia la comida y, haciendo unos malabares, logro sacar la olla del fuego.

El oso abrazó con todas sus fuerzas la gran olla al mismo tiempo que metía su cabeza dentro devorando con avidez todo lo que contenía.  Mientras abrazaba la olla, comenzó a percibir algo que le estaba molestando. En verdad, era el calor de la olla que le quemaba las patas,  el pecho y todo lugar de su cuerpo donde estuviera apoyada la olla.

El oso nunca había experimentado esa sensación. Interpretó que el dolor de las quemaduras era como algo que le impedía comer,  o como si algo quisiera sacarle la comida. Entonces, rugiendo con todas sus fuerzas, apretaba su preciado tesoro. Y consecuentemente,  cuanto más la apretaba, más le quemaba la olla caliente, y más fuerte rugía.

La comida hirviendo que había devorado, sumado a las quemaduras, mataron al oso.  Cuando los cazadores llegaron lo encontraron muerto recostado contra un árbol y sujetando aun su olla.  Todavía mantenía la expresión de haber estado rugiendo.

Cuando terminé de oír esta historia me di cuenta que, en nuestras vidas,
muchas veces abrazamos ciertas cosas que juzgamos importantes. Algunas de ellas nos traen dolor; nos queman por fuera y por dentro,  y aun así, las seguimos considerando importantes. Tenemos miedo de abandonarlas, y ese miedo nos sumerge en una situación de sufrimiento!

Apretamos esas cosas contra nuestros corazones y terminamos derrotados por algo que protegemos, creemos y defendemos.

En la vida, a veces es necesario reconocer que no siempre lo que parece la salvación nos va a dar condiciones  de proseguir hacia la meta.

Tengamos el coraje y la visión que el oso no tuvo.  Saquemos de nuestro camino todo aquello que hace que nuestro corazón arda.


Suelta la olla! Y cuando logres soltarla, te darás cuenta de que puedes liberarte y, con seguridad, todo irá mejor...

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