jueves, 30 de agosto de 2012

Las detestables "Cadenas"

Reflexiones acerca de las detestables "cadenas",  
  1. ¡Qué largas son esas cadenas! Llegan sin permiso a millones y millones de personas. Se propagan a impulsos de dos alas muy propias en el corazón humano: el anhelo de recibir buenas noticias, y el temor de ser castigado. El deseo de recibir algo gratis, una sorpresa, una sonrisa inmerecida, un regalo... ¡cuánto poder tiene en el corazón humano! ¿Pero no es eso lo que hemos recibido de Dios Padre en la Persona adorable de su Hijo Jesucristo, puesto que el Padre que nos ha dado a su Hijo "cómo no nos dará con él todas las cosas" (Romanos 8,32)? Y el temor de una reprimenda, de un error irreparable, de un desengaño final, ¿no es de lo que hemos sido librados en Cristo, y por eso se lee: "No pesa ya condenación alguna contra aquellos que están en Cristo Jesús" (Romanos 8,1)?
  2. ¡Qué pesadas son esas cadenas! Bajo su peso cruje la fe verdadera. La manipulación de sentimientos y expectativas, ¿se puede hacer impunemente? El tomar a los Santos Ángeles o a la Santísima Virgen  como si fueran piezas de un juego arbitrario que trae o quita la suerte, ¿no es un irrespeto del que nos advierte severamente la Carta de San Judas? El deber de hacer algo, típicamente reenviar y reenviar mensajes, no es pasatiempo absurdo que convierte el destino humano en un caprichoso azar o en una muda ruleta? ¿Y dónde queda el Dios providente, que sabe todo de nosotros (véase Lucas 12,7), si la supuesta suerte de uno depende de revelaciones falsas y de uso abusivo e irrespetuoso del lenguaje de la fe?
  3. ¡Qué frágiles son esas cadenas! No tienen más poder que tu decisión de transmitirlas, y hacerlas así fuertes, o dejarlas morir, y así romperlas. Démonos cuenta de la espantosa fragilidad de las cadenas cuando comprobamos que muchas empiezan con términos como el que he transcrito hoy: "Por si acaso..." La pobre señora, pobre en la fe, por lo menos, ni siquiera está segura de que eso es verdad. Pero su mundo es el mundo del temor, de la incertidumbre, y por eso prefiere encender una veladora a la superstición, que es como encendérsela al demonio.
Estimados amigos: sean libres en Jesucristo. Adoren, como hace nuestra Santa Iglesia Católica, el beneplácito divino, el plan bendito de nuestra salvación, que se hace presente de modo infinitamente intenso en los sacramentos, y sobre todo, en la Eucaristía. Cristo rompe las cadenas.
Fr. Nelson M.
amigos@fraynelson.com



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