viernes, 13 de julio de 2012

En mí...en ti...





EN MÍ...EN TI...

No es la primera vez que alguien observa la diferencia que hay cuando calificamos nuestros actos y los de los demás.  Yo sé que no he descubierto el “agua tibia”, pero casi siempre tendemos a creer que somos mejores que los demás, y justificamos de lo más frescos nuestro modo de ser o nuestras actuaciones.  No es sólo cuestión de semántica.  ¡Es que es taaan distinto hablar de nosotros que del prójimo!  He aquí algunas de las frases que solemos decir, absolutamente convencidos de que sólo estamos exponiendo la realidad:

v  Lo que en mí es dulzura de carácter, en el otro es sólo...debilidad.
v  Lo que en mí es firmeza, en el otro sólo es...autoritarismo.
v  Yo, cuido mi salud; el otro es... un paranoico.
v  Yo soy muy ordenado;   el otro... es un meticuloso.
v  Yo soy buen observador; el otro... es un metiche.
v  Yo no como cuento; el otro... es un descreído.
v  Yo soy ahorrativo; el otro... es un tacaño.
v  Yo tengo mi genio; el otro... tiene un genio de mil demonios.
v  Yo tengo poca paciencia; el otro... es un intolerante.
v  Yo soy muy optimista; el otro... es un iluso.
v  Yo soy buena persona; el otro... es un tonto.
v  Yo ya he trabajado mucho en la vida; el otro...es un perezoso. 

Habría mucha tela para cortar y es mejor no abundar en ejemplos.  Qué tal si pudiéramos, aunque sólo sea de vez en cuando, tratar de invertir estas frases?  Claro que esta es tarea como para Teresa de Calcuta o San Francisco de Asís. En fin, al menos,  tratemos...

Luz Dora Castrillón

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