EN MÍ...EN TI...
No
es la primera vez que alguien observa la diferencia que hay cuando calificamos
nuestros actos y los de los demás. Yo sé
que no he descubierto el “agua tibia”, pero casi siempre tendemos a creer que
somos mejores que los demás, y justificamos de lo más frescos nuestro modo de
ser o nuestras actuaciones. No es sólo
cuestión de semántica. ¡Es que es taaan
distinto hablar de nosotros que del prójimo!
He aquí algunas de las frases que solemos decir, absolutamente
convencidos de que sólo estamos exponiendo la realidad:
v Lo que en mí es dulzura de
carácter, en el otro es sólo...debilidad.
v Lo que en mí es firmeza,
en el otro sólo es...autoritarismo.
v Yo, cuido mi salud; el
otro es... un paranoico.
v Yo soy muy ordenado; el otro... es un meticuloso.
v Yo
soy buen observador; el
otro... es un metiche.
v Yo no como
cuento; el otro... es un descreído.
v Yo soy
ahorrativo; el otro... es un tacaño.
v Yo tengo
mi genio; el otro... tiene un genio
de mil demonios.
v Yo tengo
poca paciencia; el otro... es un intolerante.
v Yo soy
muy optimista; el otro... es un iluso.
v Yo soy
buena persona; el otro... es un tonto.
v Yo ya
he trabajado mucho en la vida; el otro...es un
perezoso.
Habría
mucha tela para cortar y es mejor no abundar en ejemplos. Qué tal si pudiéramos, aunque sólo sea de vez
en cuando, tratar de invertir estas frases?
Claro que esta es tarea como para Teresa de Calcuta o San Francisco de
Asís. En fin, al menos, tratemos...
Luz
Dora Castrillón
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