COMPRAVENTA DE CRISTOS-Ramón Cue, S.J. - Fragmento II
Se
ha perdido una Cruz
¡Atención! Se ha perdido una
cruz y no se da con ella, es la de mi Cristo roto. ¿Alguno de
vosotros, ha encontrado una
cruz? ¿Queréis las señas? ¿El tamaño? No es muy grande, pero es una cruz y no
hay cruz pequeña, además es una cruz para Cristo y entonces no hay modo de medirla,
con estas señas basta porque en definitiva todas las cruces son iguales.
Perdonad pues mi insistencia,
¿Quién de nosotros no ha encontrado una cruz? Mejor dicho: ¿Quién no tiene una
cruz? Es un derecho de propiedad irrenunciable que se está ejerciendo siempre,
todos la llevamos. La llevamos encima, a cuestas, aunque no se nos vea, aunque sonriamos.
A veces por oculta, es más
pesada. Esta noche al acostarnos, no podremos dejarla colgada en la percha, al
levantarnos mañana, no será necesario vestírnosla, saltaremos de la cama con
ella ya puesta.
¿Que quién ha encontrado una
cruz? Todos… todos, buenos y malos, santos y criminales, sanos y enfermos; ni siquiera respeta a los que parecen desafiar
el dolor con las carcajadas y juergas de su vida.
Esa pobre mujer, que
repintada y aburrida espera sentada a la barra de la cafetería o arrimada a la
esquina estratégica, lleva una pavorosa cruz a cuestas, pesa tanto, que se
apoya recostándose en la esquina, es una cruz más pesada de lo que sospechamos
y el que se acerca a ella buscando el placer, lo hace por huir de otra cruz.
Hablan los dos, regatean, prometen, se arreglan al fin y allá van por la calle
adelante, con prisa y con la cruz a cuestas, y cuando regresan, cuando ya han
tratado de aplacar su hambre de felicidad, sienten defraudados que ha aumentado
su cruz, que es mayor. En ella, asco y envilecimiento, en él, desolación.
Toda ciudad en definitiva es
un bosque, una selva, una colmena de cruces, ¿Y sabes amigo por qué a veces
nuestra cruz resulta intolerable? ¿Sabes por qué llega a convertirse en desesperación
y suicidio? Porque entonces nuestra cruz, es una cruz sola, sin Cristo;
solamente se puede tolerar cuando lleva un Cristo entre sus brazos.
Una cruz laica, sin sangre ni
amor de Dios, es absurda, no tiene sentido, por eso, se me ocurre una idea: Yo tengo un Cristo sin cruz y tú tienes,
tal vez, una cruz sin Cristo. Los dos están incompletos. Mi Cristo no
descansa, porque le falta su cruz, tú no resistes tu cruz porque te falta
Cristo. ¿Por qué no le das esta noche tu cruz vacía al Cristo? Tú tienes una
cruz sola, vacía, helada, negra, sin sentido. Te comprendo, sufrir así es
irracional y no me explico cómo has podido tolerarla tanto tiempo. Tienes el remedio en tus manos… anda, dame esa
cruz tuya, dámela, te doy en cambio, este Cristo sin reposo y sin cruz. Tómalo,
es tuyo, dale tu cruz, toma mi Cristo; júntalos, clávalos, abrázalos y todo
habrá cambiado. Mi Cristo roto descansa
en tu cruz, tu cruz se ablanda con mi Cristo en ella. Hemos encontrado una
cruz, la nuestra, que resulta ser la de Cristo...
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